Sí, han leído bien. Además de ser un alimento sano, completo y fuente principal de proteínas vegetales, los garbanzos también ayudan a que nos sintamos bien. La causa de esa sensación es que contiene un aminoácido conocido como triptófano que, en buena cantidad, produce serotonina, una sustancia benefactora que es la conocida como hormona de la felicidad.
La serotonina es una sustancia química producida por el cuerpo humano, que funciona como un neurotransmisor, transmitiendo señales entre los nervios. Algunos investigadores la consideran la sustancia química responsable de mantener en equilibrio nuestro estado de ánimo, por lo que la falta de serotonina podría llevarnos a la depresión en algunos casos.
Pero además, el consumo de garbanzos va ligado a otros efectos beneficiosos para nuestra salud. La gran cantidad de fibra que posee este alimento atrapa el colesterol que ingerimos impidiendo que lo absorbamos, por lo que ayuda a recudir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Es fuente de vitaminas del grupo B destacando el aporte de ácido fólico y de vitamina A.
Los garbanzos contienen minerales como el calcio, zinc, magnesio, hierro, potasio y fósforo que ayudan a mejorar las defensas del organismo y su aporte de hierro los convierte en un alimento ideal para mejorar los casos de anemia. Los expertos recomiendan un consumo de legumbres de entre 2 y 4 veces por semana.
Esta legumbre se introdujo en España en la época de Cartago y posteriormente fue utilizada en los cocidos sefarditas de la edad medieval. De hecho, algunos autores sitúan el origen del cocido madrileño en una evolución del árabe cuscús y lo cierto es que el consumo de este plato en sus inicios estaba ligado originariamente a las clases más bajas.
Con el paso de los años y, debido a la popularidad que fue alcanzando este manjar, algunos de los restaurantes más reconocidos de Madrid fueron incluyéndolo en sus respectivas cartas. Ya a comienzos del siglo XX el cocido era servido a todos los estamentos de la sociedad española de la época y era popular el del lujoso restaurante madrileño Lhardy. Es uno de los platos más representativos de la cocina de Madrid, hasta el punto de que con el paso de los años, muchos establecimientos se han especializado en servir de forma exclusiva el cocido en su menú diario.
El cocido madrileño es un plato idóneo para hacer frente a las bajas temperaturas invernales. La forma más clásica de servirlo es separando sus ingredientes, ya cocidos, en tres platos. Estos tres servicios se denominan tradicionalmente vuelcos. De esta forma, se toma el caldo en primer lugar; posteriormente los garbanzos junto a las verduras y, por último, se sirven las viandas: todas las carnes de gallina, ternera, chorizo, tocino, etc.
Para la elaboración del cocido en Madrid se valora de una manera especial el garbanzo de la localidad zamorana de Fuentesaúco, que suele tener un tamaño mediano o grande además de unos surcos marcados y pico curvo pronunciado.
Desde siempre los garbanzos los hemos comido en platos de cuchara, guisados con chorizo, con acelgas o espinacas o incluso con bacalao, en la típica cocina de Cuaresma. Pero en los últimos tiempos, los garbanzos han servido de base para elaborar platos más ligeros como ensaladas veraniegas y también el hummus, una crema de origen árabe a base de garbanzos cocidos con zumo de limón y tahina, que se ha vuelto a poner de moda en la actualidad. Los garbanzos tienen incluso una fiesta popular en torno a ellos, que se celebra en Oviedo cada 19 de octubre y que se denomina “El desarme”. ▪▪▪