Creatividad y constancia
El proceso creativo es extremadamente complejo. Puede que desde fuera se vea sencillo, pero no lo es. Para crear, la mente debe estar despejada. Debemos también vivir experiencias que aporten una dosis extra de material sensorial a nuestras neuronas, además de saber mucho sobre algo que pueda inspirarnos.
Pero para ser creativo lo más importante es amar la belleza de las cosas… saber percibir a través del ojo los detalles y pasarlos por el filtro de la calidez del corazón.
La creación es un proceso que se vive en la soledad de las noches, cuando estás haciendo la compra o cuando vibras con un viaje al otro lado del planeta. No importa el momento.
A nosotros nos gusta ser creativos en su más amplio sentido… Crear desde la nada… crear desde la sutileza de la estética… crear desde el hacer… Y en esa creatividad, a veces, nos perdemos y nos volvemos a encontrar.
Es ahí, en ese punto de encuentro, de donde nacen estas páginas llenas de vigilias, madrugones y fines de semana que se vuelven días laborables. Es ahí de donde salen 43 números mensuales para hablar de agroalimentación, gastronomía y turismo.
El proceso creativo es extremadamente complejo, sí. Ocurre en muchas profesiones, y en todas hay un denominador común: el poco valor que se le da en numerosas ocasiones. Sólo hay algo que puede corregir esta circunstancia, y se llama constancia, pues sólo agarrándonos a ella como quien se agarra a un salvavidas cuando se hunde un barco, podremos seguir adelante a pesar de todo.
Creatividad y constancia. Dos valores que son los padres de la mayoría de los proyectos emprendedores. Dos valores que a veces nos encargamos de descuartizar. Dos valores que debemos poner en el sitio que se merecen… porque el mundo no se merece que perdamos esa esencia para hacer de él un lugar mejor.