Nosotros nunca tuvimos una meta. Un objetivo o muchos objetivos de esos que te amargan la vida. Para nosotros la meta fue siempre el camino. El ahora. El día a día. Ofrecer lo mejor de nosotros mismos en este instante, en lo que está pasando, en todo eso que nos recuerda que seguimos vivos.
Claro que tenemos nuestras inquietudes. Claro que también nos preocupamos. Claro que también sabemos mirar más allá. Pero intentamos minimizarlo, intentamos ser conscientes de que ofuscarnos mucho no vale demasiado la pena. Intentamos tener, en la medida de lo posible, la mente clara. Y hacer las cosas con el corazón, con eso que tenemos ahí dentro que nos hace grandes, que nos hace humanos. Siempre hicimos cada una de nuestras páginas apasionadamente, como si no pudiéramos llegar a la página siguiente. Eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo en la vida. Pero fue y es nuestra manera de estar en el mundo.
No nos aferramos a nada. Hemos vivido grandes momentos en estos más de seis años.
No ha sido fácil. Menos mal, porque nos hubiéramos endiosado. Está bien que todo requiera un esfuerzo, lo de fuera y lo que sea que llevamos dentro. Esforzarse y aceptar lo que venga. Somos naturaleza, aunque lo hayamos olvidado. Y no se puede ir contra natura. Nosotros intentamos no hacerlo. Agradecemos continuamente esto que nos ha pasado y, como todo cambia, como nada es permanente, nos dejamos llevar. Y eso da serenidad, que es algo parecido a la felicidad.