Acelgas: el verde saludable de la huerta


En tiempos donde la alimentación consciente gana terreno, un vegetal de hojas verdes resurge como protagonista indiscutible en la cocina saludable: la acelga. Humilde en apariencia, poderosa en nutrientes. Este tesoro de la huerta mediterránea, a menudo eclipsado por modas pasajeras como el kale o la espinaca baby, reclama hoy su merecido espacio en la mesa y en la conversación sobre nutrición.

La acelga, Beta vulgaris var. cicla, es una de las hortalizas más completas que podemos incorporar en la dieta diaria. Rica en vitaminas A, C y K, minerales como el hierro, magnesio y potasio, y una fuente notable de fibra, este vegetal se convierte en un aliado indispensable para quienes buscan fortalecer el sistema inmunológico, proteger la vista y mejorar la salud ósea.

Su alto contenido en antioxidantes, como los flavonoides y carotenoides, la convierte en una eficaz combatiente contra el estrés oxidativo, ayudando a prevenir el envejecimiento prematuro y ciertas enfermedades crónicas. Además, gracias a su elevado aporte de vitamina K, contribuye al buen funcionamiento del sistema cardiovascular y la coagulación sanguínea.

Por si fuera poco, la acelga es especialmente recomendable para personas con problemas digestivos o quienes desean controlar su peso: su fibra favorece el tránsito intestinal y aporta una sensación de saciedad sin añadir apenas calorías. Una taza de acelgas cocidas apenas contiene 35 calorías, lo que la convierte en una opción ideal para dietas hipocalóricas.

Variedades: un arcoíris de nutrientes

Aunque muchas personas conocen la acelga por sus típicas hojas verdes y pencas blancas, existen distintas variedades que amplían tanto su valor estético como sus propiedades.

La acelga de penca blanca es la más común en los mercados, de sabor suave y textura carnosa. Luego está la acelga roja, reconocible por sus tallos de intenso color púrpura o rojo, rica en antocianinas, pigmentos antioxidantes beneficiosos para el corazón y la memoria. Por último, no podemos olvidar las acelgas arcoíris, también llamadas Bright Lights, una mezcla de colores vibrantes que va desde el amarillo hasta el naranja. No sólo aportan un atractivo visual a los platos, sino que también ofrecen un cóctel variado de fitonutrientes.

Versatilidad culinaria

Aunque muchos la asocian a preparaciones clásicas como la acelga cocida o en puré, este vegetal ofrece un sinfín de posibilidades en la cocina moderna. La clave está en aprovechar tanto sus hojas como sus pencas, que tienen usos y texturas diferentes.

Las hojas tiernas se pueden consumir crudas, en ensaladas frescas con nueces, queso de cabra y una vinagreta de limón. También son excelentes salteadas con un poco de ajo y aceite de oliva, acompañadas de un toque de limón para realzar su sabor. Las pencas, por su parte, pueden empanarse y freírse, como si fueran unas crujientes «milanesas vegetales», o bien gratinarse al horno con salsa bechamel ligera y queso rallado.

Entre las recetas más populares y saludables destaca el pastel de acelgas, una combinación de hojas y tallos salteados con cebolla y mezclados con huevo y queso fresco, horneado hasta obtener una textura jugosa. Otra opción interesante es la sopa minestrone, donde la acelga aporta un sabor profundo y terroso que armoniza con legumbres y verduras.

Un futuro verde en la cocina

En una época donde la alimentación sostenible es una necesidad, la acelga destaca como cultivo de bajo impacto ambiental y alto rendimiento nutricional. Resistente a climas adversos, requiere menos recursos hídricos que otros vegetales de hoja, y su ciclo de crecimiento es relativamente corto, lo que la convierte en un producto local ideal para las economías circulares.

Así, la acelga vuelve a estar en boca de todos. No como el vegetal olvidado de la infancia, sino como el superalimento del presente, dispuesto a conquistar paladares con sus bondades y colores. Un alimento que, lejos de ser modesto, se presenta como el verde indispensable en cualquier plato consciente.

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