Durante siglos, las algas fueron alimento esencial en las culturas asiáticas, especialmente en Japón, Corea y China. Hoy, estas joyas del mar se abren paso en la cocina occidental como un superalimento repleto de beneficios nutricionales, sostenibles y con infinitas posibilidades culinarias. Ya no se trata solo del sushi: las algas están conquistando ensaladas, sopas, snacks e incluso postres.
Un mar de tipos, texturas y sabores
Existen más de 10.000 especies de algas, pero solo unas pocas decenas son comestibles y comercializadas. Entre las más populares están:
- Nori: quizás la más conocida por envolver los makis de sushi. De color oscuro, sabor umami y textura fina, también se encuentra en hojuelas para condimentar.
- Wakame: de color verde intenso y textura carnosa, se suele usar en sopas (como la clásica sopa miso) y ensaladas.
- Kombu: fundamental en la cocina japonesa para preparar el dashi (caldo base). Rica en glutamato natural, potencia sabores sin necesidad de sal añadida.
- Dulse: rojiza, suave y con un sabor ahumado, puede comerse cruda o cocida. Es rica en hierro y potasio.
- Lechuga de mar: una alga verde clara, delicada, perfecta para añadir a platos frescos o secos en forma de polvo.
- Espirulina y chlorella: aunque técnicamente son microalgas, se usan en forma de polvo o cápsulas como complemento alimenticio por su alto contenido en proteínas, clorofila y antioxidantes.
Cocina con alma marina
El sabor característico de las algas se describe como umami, ese quinto sabor que aporta profundidad y redondez a los platos. Se pueden utilizar de múltiples formas:
- Secas y rehidratadas: la mayoría de las algas se venden secas. Basta con hidratarlas en agua durante unos minutos para incorporarlas a ensaladas, guisos o arroces.
- Tostadas o en hojuelas: ideales para espolvorear sobre huevos, sopas, verduras al vapor o palomitas de maíz.
- En polvo: pueden mezclarse con harina para hacer panes, crackers o pasta fresca con un toque oceánico.
- Fermentadas o encurtidas: algunas variedades, como la wakame, se fermentan con vinagre o miso para ofrecer sabores más complejos.
En la alta cocina, chefs de vanguardia las están utilizando para crear emulsiones, cremas, geles o como guarniciones crujientes y sabrosas.
Una fuente de salud y sostenibilidad
Las algas son ricas en vitaminas A, C, E, K, del complejo B (incluyendo la difícil B12 en algunas especies), hierro, calcio, yodo, y fibras solubles. Contienen más proteína que muchas verduras terrestres, tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, y contribuyen al buen funcionamiento del sistema endocrino gracias a su aporte en yodo.
Además, su cultivo es altamente sostenible: no requiere tierra, pesticidas ni agua dulce, y contribuye a la limpieza de los océanos al absorber dióxido de carbono y nitrógeno.
La nueva ola verde
El consumo de algas está en auge no solo en la gastronomía gourmet, sino también en productos industriales como snacks saludables, pastas enriquecidas, suplementos nutricionales y cosméticos naturales. Su inclusión en la dieta diaria representa un pequeño cambio con un gran impacto, tanto para la salud personal como para la del planeta.
Conclusión: un bocado de mar y futuro
Incorporar algas en la cocina es abrazar una tradición milenaria con la mirada puesta en el futuro. Son versátiles, sabrosas, nutritivas y sostenibles. Desde una ensalada con wakame hasta unas galletas con spirulina, las algas han llegado para quedarse. Y lo mejor es que, como el mar del que provienen, su potencial es casi infinito.