La yuca: el tesoro blanco que alimenta cuerpo y alma

Pocos tubérculos despiertan tanta versatilidad y admiración como la yuca. Este alimento ancestral, también conocido como mandioca o cassava, ha sido durante siglos el sustento de millones de personas en América Latina, África y Asia. Su apariencia tosca y corteza leñosa esconden una pulpa blanca, rica en almidón, que no solo es nutritiva, sino también profundamente cultural. Hoy, la yuca regresa con fuerza a las cocinas contemporáneas, ganándose un lugar de honor en dietas saludables y recetas gourmet.

Más que almidón: un alimento funcional

Aunque muchos asocian la yuca con un carbohidrato puro, este tubérculo ofrece mucho más. Es una excelente fuente de energía natural, ideal para deportistas o personas con alta demanda física. Posee vitaminas del grupo B (como B1, B2 y B6), además de minerales esenciales como el magnesio, potasio y fósforo. Su bajo contenido en sodio y su ausencia de gluten la hacen perfecta para personas con hipertensión o enfermedad celíaca.

Además, la yuca tiene propiedades antiinflamatorias y ayuda a mejorar la digestión gracias a su aporte de fibra, sobre todo cuando se consume cocida con poca grasa. En la medicina tradicional de algunos pueblos amazónicos, se le atribuyen beneficios para el sistema inmunológico y la regeneración de la flora intestinal.

Del campo a la cocina: cómo tratarla

Lo primero que hay que saber sobre la yuca es que nunca debe comerse cruda. Algunas variedades contienen compuestos cianogénicos que, si no se cocinan adecuadamente, pueden resultar tóxicos. La solución es sencilla: pelarla con cuidado, lavarla bien y cocinarla por al menos 20-30 minutos, hasta que esté tierna.

En el mercado se encuentran dos tipos principales: la amarga y la dulce. La variedad dulce es la más común en supermercados y mercados locales, y es apta para hervir, freír o asar. La amarga, de uso más industrial, se emplea para la elaboración de almidón (tapioca) o harina, tras un proceso de desintoxicación.

Tres formas deliciosas de prepararla

  1. Hervida con mojo de ajo: Una receta simple pero infalible. Se corta la yuca en trozos medianos y se hierve en agua con sal. Una vez cocida, se sirve con un mojo de ajo, limón y aceite de oliva. Ideal como acompañamiento de carnes o pescados.
  2. Yuca frita crocante: Se cocina la yuca hasta que esté suave, se deja enfriar y luego se corta en bastones. Se fríe en aceite caliente hasta que quede dorada y crujiente por fuera, y suave por dentro. Una alternativa más saludable a las papas fritas.
  3. Pan de yuca o “pandeyuca”: Muy popular en Colombia y Ecuador, este panecillo es una delicia sin gluten, elaborado con almidón de yuca, queso fresco y huevo. Perfecto para acompañar un café o como bocadillo energético.

El futuro de la yuca: sostenibilidad y seguridad alimentaria

Además de ser nutritiva, la yuca es una aliada clave frente al cambio climático. Resiste suelos pobres, requiere poca agua y crece en condiciones adversas donde otros cultivos fracasarían. Su capacidad de adaptarse a terrenos áridos la convierte en un cultivo estratégico para garantizar la seguridad alimentaria en regiones vulnerables.

Organismos internacionales como la FAO la promueven como uno de los “cultivos del futuro”. Su potencial va más allá de la alimentación: de ella también se extraen bioplásticos, harinas sin gluten, bebidas fermentadas y hasta productos cosméticos.

Conclusión: volver a la raíz

La yuca nos recuerda que, a veces, la respuesta a una alimentación sana, sabrosa y sostenible está bajo tierra. Redescubrirla no solo es un acto de salud, sino también un gesto cultural que nos reconecta con nuestros orígenes. Ya sea en sopas, guarniciones o platos principales, este tubérculo milenario tiene mucho que ofrecer al paladar y al planeta.

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