Qué plantar en tu huerto en otoño

Cuando las temperaturas empiezan a suavizarse y las lluvias regresan, la tierra se prepara para recibir nuevos cultivos. El otoño no es el final de la temporada agrícola, sino el inicio de otra, especialmente propicia para quienes disfrutan de tener una huerta en casa. Lechugas, espinacas, coles y ajos encuentran en esta época el clima perfecto para crecer con fuerza, regalando cosechas sabrosas y saludables.

Tener una huerta otoñal no requiere grandes extensiones: basta con un pequeño huerto urbano, unas mesas de cultivo o incluso macetas profundas en balcones soleados. Lo importante es elegir bien qué plantar y cómo cuidar cada especie según sus necesidades.

Verduras protagonistas del otoño

Entre los cultivos más agradecidos destacan las lechugas de invierno, fáciles de cuidar y de crecimiento rápido. También las espinacas, que soportan bien las bajas temperaturas y ofrecen hojas tiernas ideales para ensaladas o salteados.

Las coles (repollo, coliflor, brócoli o lombarda) son otra apuesta segura: requieren paciencia, porque su desarrollo es más lento, pero recompensan con verduras llenas de nutrientes. El ajo, plantado a finales de otoño, es uno de los básicos que no pueden faltar, mientras que las habas y los guisantes encuentran en esta estación su mejor momento de siembra para dar frutos en primavera. No conviene olvidar la acelga, resistente y de producción continua, ni la zanahoria, que con los cuidados adecuados puede cosecharse bien entrado el invierno.

Trucos para preparar la tierra

El éxito de una huerta otoñal comienza con la preparación del terreno. Tras el verano, la tierra suele estar agotada, por lo que conviene enriquecerla con compost o estiércol bien descompuesto. Esto no solo mejora su fertilidad, sino que también ayuda a retener la humedad en los meses más secos.

Otro consejo fundamental es la rotación de cultivos: no plantar la misma verdura en el mismo lugar temporada tras temporada. Esto evita el empobrecimiento del suelo y reduce el riesgo de plagas. En espacios pequeños, las mesas de cultivo o los bancales elevados son una gran opción, ya que permiten un mayor control del sustrato y facilitan la organización de los cultivos.

Cada verdura tiene su propio ritmo. La mayoría de hortalizas de hoja, como lechugas y espinacas, pueden sembrarse desde septiembre hasta noviembre. Las coles, por su parte, conviene iniciarlas a finales de verano para trasplantarlas en otoño, cuando ya tienen fuerza suficiente.

El ajo se planta a finales de octubre y durante noviembre, aprovechando el frescor del suelo. Las habas y guisantes suelen sembrarse en octubre y noviembre para cosecharse a finales del invierno o principios de primavera.

Respetar estas fechas es clave: sembrar demasiado pronto expone los brotes al calor, mientras que hacerlo demasiado tarde puede comprometer la germinación.

Cuidados básicos en la huerta otoñal

El otoño trae lluvias que facilitan el riego, pero aún así es importante vigilar la humedad. El exceso de agua puede provocar hongos, especialmente en las coles. Un buen drenaje y riegos moderados son la mejor receta.

Otra tarea imprescindible es proteger las plantas jóvenes de las primeras heladas. Para ello se pueden usar túneles de plástico, mantas térmicas o incluso botellas de plástico cortadas que actúan como pequeños invernaderos individuales.

Las malas hierbas, menos agresivas que en verano, siguen apareciendo, por lo que conviene mantener la huerta limpia y aireada.

Cultivar una huerta en otoño no solo asegura una despensa fresca y llena de sabor, también conecta con un ritmo natural que muchas veces olvidamos. Nada se compara a cortar unas hojas de lechuga recién crecidas o cosechar zanahorias que uno mismo ha visto brotar.

Además, este tipo de cultivo fomenta la sostenibilidad, reduce la huella de carbono y acerca al consumidor a un modelo de alimentación más saludable y consciente.

El otoño, lejos de ser un paréntesis agrícola, es una estación llena de vida y oportunidades. Con paciencia, cuidados básicos y un calendario a mano, la huerta se transforma en un refugio fértil que regala color y sabor hasta los días más fríos.

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