Castañas, el sabor otoñal que vuelve cada año a nuestras mesas

El olor a castañas asadas es uno de los signos más entrañables del otoño. Durante siglos, la castaña fue un alimento esencial para muchas comunidades rurales de Europa, sobre todo en las zonas montañosas del Mediterráneo, donde el trigo escaseaba. Su origen se remonta a Asia Menor y al Cáucaso, desde donde el castaño (Castanea sativa) se extendió por todo el continente gracias a griegos y romanos. Estos últimos lo consideraban un árbol sagrado y lo plantaban en cada territorio conquistado, dejando un legado que aún hoy se percibe en regiones como Galicia, el Bierzo, Asturias o el sur de Francia e Italia.

En la península ibérica, los grandes castañares se convirtieron en un símbolo de subsistencia y cultura. En Andalucía, Galicia y Castilla y León, la recolección de la castaña marcaba el calendario de las familias rurales, mientras que en Cataluña y el norte de Portugal era también motivo de fiesta: las castañadas, celebraciones que hoy siguen vivas y que reúnen a generaciones enteras alrededor del fuego.

Cómo disfrutar las castañas

Las castañas son uno de los frutos más versátiles del otoño. Se pueden comer asadas, cocidas, en puré, en guisos, postres o incluso crudas, aunque estas últimas resultan algo más difíciles de digerir. Asarlas en casa es sencillo: basta con hacer un pequeño corte en la piel para evitar que revienten y colocarlas en una sartén de agujeros o en el horno a 200 ºC durante unos 25 minutos. Su aroma llenará la cocina y su textura cremosa te conquistará al primer bocado.

También se pueden hervir con un poco de anís o laurel, pelarlas y utilizarlas para acompañar platos salados como carnes asadas, guisos o aves de corral. En muchas zonas del norte de España, el puré de castañas es una guarnición clásica para el cerdo o el jabalí, con ese punto dulce que equilibra los sabores intensos de la carne.

Propiedades y beneficios

Más allá de su sabor, las castañas son un alimento saludable y nutritivo. Ricas en hidratos de carbono complejos, aportan energía de liberación lenta, lo que las hace ideales para los días fríos o para quienes practican deporte. Contienen además vitamina C, ácido fólico, potasio, magnesio y fibra, lo que las convierte en un fruto excelente para la digestión y el corazón. Su bajo contenido en grasas —a diferencia de otros frutos secos— las hace perfectas para una dieta equilibrada.

Cómo preparar una crema de castañas

Una de las formas más deliciosas de disfrutar este fruto es con una crema de castañas casera, un clásico otoñal que sirve tanto para acompañar platos salados como para elaborar postres.

Ingredientes:

  • 500 g de castañas peladas
  • 500 ml de leche
  • 100 g de azúcar (puedes ajustar según tu gusto)
  • Una vaina de vainilla o una pizca de canela
  • Una pizca de sal

Elaboración:
Haz un corte en las castañas y cuécelas en agua durante unos 20 minutos. Escúrrelas y retírales la piel. En un cazo, calienta la leche con la vainilla y la sal, añade las castañas y el azúcar, y cocina a fuego lento unos 15 minutos. Tritura la mezcla hasta obtener una textura fina y homogénea.

Puedes usar esta crema como relleno de bizcochos o tartas, acompañamiento de carnes de caza o simplemente untada sobre una tostada. También se conserva muy bien en tarros, como una mermelada natural del otoño.

Un símbolo de la estación

La castaña no es solo un alimento: es una experiencia. El chisporroteo de las brasas, el humo que perfuma las calles, la calidez de sostener una en la mano fría del otoño. En cada bocado hay historia, tradición y paisaje. Y mientras el bosque se tiñe de ocres y dorados, las castañas regresan, fieles, recordándonos que la naturaleza tiene su propio calendario de placeres sencillos.

Publicidad