Las espinacas viven hoy una segunda juventud. Son ligeras, versátiles, ricas en nutrientes y se han convertido en protagonistas de la cocina contemporánea. Pero detrás de esta verdura de hojas verdes hay una historia antigua, un cultivo agradecido y un sinfín de recetas que celebran su sabor fresco y mineral. El otoño, además, es su gran momento: cuando el frío empieza a llegar, las espinacas encuentran su clima perfecto para crecer vigorosamente.
Aunque hoy las asociemos a ensaladas modernas o a guisos de invierno, las espinacas tienen un origen remoto: Persia, actual Irán. Desde allí viajaron hacia la India y posteriormente, gracias al mundo árabe, entraron en la península ibérica en torno al siglo XI. Tanto impacto tuvieron que la palabra “espinaca” procede del árabe isbinakh, y durante siglos fue una verdura apreciadísima en el Mediterráneo.
En la Edad Media, España se convirtió en un gran centro de difusión de su cultivo hacia Europa, y hoy sigue siendo uno de los principales productores del continente, especialmente en Navarra, Murcia y la zona mediterránea.
Cómo se cultiva: la reina del frío suave
Las espinacas son una planta agradecida para cualquier huerta doméstica. Prefieren temperaturas frescas —entre 5 y 18 ºC— y crecen muy bien en otoño y primavera. No toleran el calor fuerte, que las hace espigarse rápidamente, pero sí resisten las primeras heladas, lo que las convierte en una verdura perfecta para cultivar al aire libre en esta época.
Para obtener hojas tiernas y jugosas basta con seguir tres claves:
1. Buena tierra y riego regular.
Les gusta el suelo rico en materia orgánica y ligeramente húmedo, pero sin encharcar. Son raíces poco profundas, así que requieren riegos frecuentes pero suaves.
2. Sembrar en líneas.
Las semillas germinan bien en surcos a poca profundidad. En 40 a 50 días están listas para cortar.
3. Cosecha escalonada.
Lo ideal es cortar las hojas exteriores y dejar el corazón, permitiendo que la planta siga produciendo durante semanas.
Con estas condiciones, incluso un pequeño huerto urbano puede dar espinacas durante buena parte del otoño y el invierno.
Una bomba nutricional que no pesa
Además de ser ligeras (unas 20 kcal por cada 100 g), las espinacas destacan por su composición:
Ricas en hierro, aunque mejor absorbido si se toman junto a vitamina C.
Abundante vitamina A y K, esenciales para la piel, la visión y la coagulación.
Antioxidantes potentes, como la luteína.
Fibra, que mejora la digestión.
Su sabor suave pero vegetal permite utilizarlas tanto crudas como cocinadas, y es justamente su versatilidad una de las razones de su éxito actual.
Cómo cocinarlas: del crudo al horno
A pesar de su fama, cocinar espinacas es muy sencillo. Estas son algunas de las formas más deliciosas de disfrutar de ellas:
• Espinacas salteadas con ajo.
Un clásico rápido: ajo laminado, un chorrito de aceite y hojas frescas que se reducen en segundos. Perfectas como acompañamiento o base para huevos pochados.
• Crema de espinacas.
Con cebolla, un poco de patata y caldo vegetal. Triturada hasta lograr una textura sedosa, es una de las reinas del otoño.
• Espinacas a la catalana.
Salteadas con pasas y piñones. El contraste dulce y crujiente convierte esta receta en un icono mediterráneo.
• Quiches y tartas saladas.
Combinan muy bien con queso feta, ricotta o mozzarella, ideales para comidas rápidas y llenas de verdura.
• Ensaladas de espinaca baby.
Las hojas jóvenes se consumen crudas y aportan frescura inmediata. Con nueces, cítricos o granada son un acierto total.
Una hoja antigua que sigue de moda
Pocas verduras han logrado mantenerse vigentes durante tantos siglos con tanta naturalidad. Las espinacas no solo son saludables y fáciles de cultivar, sino que permiten jugar en la cocina sin complicaciones. En ensaladas, salteadas, en cremas o en tartas, son la demostración de que la simplicidad vegetal puede ser también un pequeño placer cotidiano.
Lo ideal es cortar las hojas exteriores y dejar el corazón, permitiendo que la planta siga produciendo durante semanas. Con estas condiciones, incluso un pequeño huerto urbano puede dar espinacas durante buena parte del otoño y el invierno.
Unas hojas nutritivas
Además de ser ligeras (unas 20 kcal por cada 100 g), las espinacas destacan por su composición:
Ricas en hierro, aunque mejor absorbido si se toman junto a vitamina C. Abundante vitamina A y K, esenciales para la piel, la visión y la coagulación. Antioxidantes potentes, como la luteína. Fibra, que mejora la digestión. Su sabor suave pero vegetal permite utilizarlas tanto crudas como cocinadas, y es justamente su versatilidad una de las razones de su éxito actual.
Cómo cocinarlas: del crudo al horno
A pesar de su fama, cocinar espinacas es muy sencillo. Estas son algunas de las formas más deliciosas de disfrutar de ellas:
• Espinacas salteadas con ajo.
Un clásico rápido: ajo laminado, un chorrito de aceite y hojas frescas que se reducen en segundos. Perfectas como acompañamiento o base para huevos pochados.
• Crema de espinacas.
Con cebolla, un poco de patata y caldo vegetal. Triturada hasta lograr una textura sedosa, es una de las reinas del otoño.
• Espinacas a la catalana.
Salteadas con pasas y piñones. El contraste dulce y crujiente convierte esta receta en un icono mediterráneo.
• Quiches y tartas saladas.
Combinan muy bien con queso feta, ricotta o mozzarella, ideales para comidas rápidas y llenas de verdura.
• Ensaladas de espinaca baby.
Las hojas jóvenes se consumen crudas y aportan frescura inmediata. Con nueces, cítricos o granada son un acierto total.
Una hoja antigua que sigue de moda
Pocas verduras han logrado mantenerse vigentes durante tantos siglos con tanta naturalidad. Las espinacas no solo son saludables y fáciles de cultivar, sino que permiten jugar en la cocina sin complicaciones. En ensaladas, salteadas, en cremas o en tartas, son la demostración de que la simplicidad vegetal puede ser también un pequeño placer cotidiano.



























