Hay sabores que anuncian la Navidad antes que las luces o los villancicos. El turrón es uno de ellos. Basta abrir una tableta para que el calendario parezca avanzar solo hacia diciembre. Este dulce, humilde en sus ingredientes y complejo en su elaboración, forma parte del imaginario colectivo de la Navidad española y ha sabido evolucionar sin perder su esencia. Hoy, el turrón es tradición, artesanía y también innovación. El origen del turrón se remonta a la herencia mediterránea y árabe. La combinación de miel, frutos secos y clara de huevo aparece ya en textos medievales y guarda relación con otros dulces similares del mundo árabe, como el halva. En la península ibérica, el turrón se consolidó especialmente en la zona del Levante, donde la almendra era abundante y la miel un ingrediente esencial.
Con el paso de los siglos, localidades como Jijona y Alicante se convirtieron en referentes de su elaboración. Allí nació una tradición que ha pasado de generación en generación, ligada al invierno y a las celebraciones familiares.
Los clásicos eternos
Cuando se habla de turrón, estos dos nombres son imprescindibles. El turrón de Jijona, también conocido como turrón blando, se elabora moliendo la almendra tostada hasta obtener una pasta untuosa mezclada con miel y clara de huevo. Su textura suave y su sabor intenso lo convierten en uno de los favoritos.
El turrón de Alicante, por su parte, es el turrón duro por excelencia. Almendras enteras, miel y clara se prensan entre obleas, dando lugar a una tableta crujiente y aromática. Ambos cuentan con Indicación Geográfica Protegida, garantía de calidad y tradición.
El turrón ha demostrado una enorme capacidad de adaptación. A los tradicionales se han sumado nuevas variedades que amplían el abanico de sabores navideños. El turrón de yema tostada, inspirado en la crema catalana, es uno de los más populares. El turrón de chocolate, con arroz inflado, frutos secos o praliné, se ha convertido en un imprescindible para los más jóvenes.
En los últimos años han aparecido turrones de pistacho, coco, café, naranja confitada, queso, sal marina o especias, demostrando que este dulce admite reinterpretaciones sin perder su identidad. Incluso existen versiones saladas pensadas para el aperitivo.
Cómo se elabora el turrón artesanal
La elaboración tradicional del turrón es un proceso lento y preciso. Todo comienza con la selección de la almendra, que se tuesta cuidadosamente para potenciar su aroma. La miel se calienta lentamente hasta alcanzar el punto adecuado y se mezcla con la clara de huevo montada.
En el caso del turrón blando, la masa se somete a un proceso de refinado que rompe el grano de la almendra hasta lograr esa textura cremosa tan característica. En el turrón duro, las almendras se incorporan enteras y la mezcla se prensa en moldes. El reposo es clave: el turrón necesita tiempo para asentarse y desarrollar todo su sabor.
Un dulce ligado a la mesa y a la memoria
El turrón no es solo un alimento; es un símbolo. En muchas casas, abrir el turrón marca oficialmente el inicio de la Navidad. Se comparte después de la comida, se acompaña de café o licor, y se asocia a la sobremesa, a las conversaciones largas y a los reencuentros.Además, su alto contenido energético tenía sentido en épocas pasadas, cuando el invierno era duro y el cuerpo necesitaba alimentos calóricos. Hoy, se consume con moderación, pero sigue siendo un placer esperado.
El turrón del presente y del futuro
Lejos de quedarse anclado en la tradición, el turrón vive un momento de renovación. Obradores artesanos apuestan por ingredientes de proximidad, menos azúcar y recetas más equilibradas. Al mismo tiempo, la alta pastelería lo incorpora en postres contemporáneos y presentaciones sofisticadas. Así, el turrón continúa evolucionando sin perder su alma. Un dulce que resume como pocos la historia, el sabor y el espíritu de la Navidad. Porque, al final, no hay fiesta sin turrón, ni turrón sin celebración.



























