Adiós al mítico Café Central de Málaga

Tiene Rafael Prado una colección de tazas firmadas por algunos de los muchos personajes relevantes que han pasado por su negocio. Tazas a las que habrá que buscarles un lugar desde donde puedan dar testimonio de lo que un día fue una de las principales cafeterías de Málaga. Tras un siglo de historia, el mítico Café Central cerró para siempre el pasado fin de semana. La Plaza de la Constitución pierde una de sus esquinas más emblemáticas. 

Varias han sido las razones que han precipitado la bajada de la persiana de esta popular cafetería malagueña. La primera es que su dueño, Rafael Prado, ha alcanzado la edad de jubilación y aunque su espíritu empresarial no le permite quedarse quieto, su familia le ha pedido que levante el pie del acelerador. Según anuncia, el “gusanillo” se lo quitará en el Café Central de calle Cervantes, propiedad de su hijo Ignacio, en La Malagueta. “Ya le he pedido permiso a mi hijo para estar por allí, porque el sillón en casa es muy peligroso, pero me lo tomaré de otra manera, no como aquí, que estoy como un clavo y no fallo ningún día”. 

Publicidad

Otro de los motivos por los que el mítico café clausura una etapa de la historia comercial de la ciudad es que, según explica Prado, “para una empresa de hostelería es inviable el pagar unos alquileres tan altos. Esta es una empresa rentable, pero no hasta el punto de trabajar para los demás”. 

El Café Central es uno de los últimos baluartes la hostelería local en Málaga. Aunque no está clara su fecha de creación, sí hay un documento que atestigua que ya existía en 1920. El establecimiento es la unión de tres cafés centenarios, el Café Suizo, que estaba ubicado en la esquina de la Plaza de la Constitución con calle Santa María; el Café Múnich, en el Pasaje de Chinitas; y el Café Central, que se encontraba entre ambos y que era un bar estrecho con un salón al final.

Fue José Prado Crespo, padre de Rafael, quien en 1940 decidió dejar el taxi y dedicarse a la hostelería, llegando a montar varios negocios. Además de los locales mencionados anteriormente, también estuvo a cargo del bar La Viña o La Viña Chica. Años más tarde, en 1954, pudo unir los tres locales cercanos a la por entonces Plaza de José Antonio Primo de Rivera (actual Plaza de la Constitución) en un solo establecimiento que tomaría el nombre del que en aquel momento tenía más éxito: el Café Central. 

“Yo nací aquí, vivía justo en un piso que hay encima, y lo que más recuerdo son los olores, el olor a café, el olor a licores, porque para salir a la calle tenía que pasar por el almacén y por la churrería, esos recuerdos, el ambiente, el ruido, los churros, los tengo grabado a fuego en la cabeza”, recuerda el actual dueño de la cafetería. “Quizá por eso seguí en este mundo, un mundo al que mi padre no quería que me dedicara, porque sabía lo sacrificado que era”.   

José Prado quería que su hijo estudiara una carrera universitaria y que después decidiera, así que Rafael hizo Ciencias Empresariales y durante unos años ejerció como auditor de cuentas y también como consultor para una empresa nacional. “Estuve viajando durante dos años por toda España, pero para mí, salir de Málaga era horroroso, nada más salir, ya estaba deseando volver. No estaba a gusto con la situación, aunque tenía un salario muy bueno, un salario que no he tenido en mi propia empresa, pero aún así lo dejé”. Posteriormente, montó una academia de enseñanza en la que permaneció once años, pero decidió no engañarse a sí mismo y dedicarse plenamente al Café Central.

Cómo se pide el café en Málaga

Son muchos los turistas que se sorprenden de la variedad de cafés que se pueden servir en Málaga, pero no tantos los que conocen la historia de este vocabulario que ya forma parte del diccionario popular malagueño. Fue en el Café Central donde se gestó esta peculiar forma de pedir el café. 

En 1954, en época de posguerra, obtener ciertos productos como el café, era difícil y bastante caro. José Prado veía que, para adaptarse a los gustos de los clientes, tenía que tirar parte del café o volver a hacerlo. Todo un derroche. Así que pensó en una manera práctica de poner en orden las peticiones de los clientes a través de un cartel en el que incluyó nueve denominaciones, desde el solo hasta la nube. 

Como no le cuadraba el diseño en dos filas, decidió incluir un café más. Fue un empleado el que le dio la clave al decirle “Don José, ¿Menos que una nube?… pues para eso no se lo ponga”, y así se completó un mosaico que se convirtió en un icono de la ciudad y que ahora busca nuevo emplazamiento. “Estoy intentando que algún ente cultural sea capaz de desmontarlo y llevárselo a un lugar que sea visible porque esto tiene un valor popular incalculable. No tengo intención de venderlo, eso lo inventó mi padre, mi hijo lo ha utilizado como marca y lo hemos engrandecido, lo hemos dado a conocer al mundo entero y es un orgullo para nosotros”, afirma el empresario. 

De este mosaico existe una réplica en la cafetería de calle Cervantes y otro traducido al latín que se encuentra en calle Santa María y que no deja de ser fotografiado por malagueños y turistas. “Probablemente ese lo dejaré ahí y espero que nadie sea capaz de derribarlo”, añade Prado. 

La historia del Café Central es la historia viva de Málaga. “Mi negocio es uno de los notarios de la plaza a la hora de levantar acta de lo que ocurre en esta ciudad”, apunta el responsable del establecimiento. Por sus salones han pasado políticos como Mariano Rajoy, artistas de la talla de Bebo Valdés, “cuando daba un concierto, se venía aquí, se metía en el salón, se pedía su paella y el hombre era feliz”, o el inmortal Chiquito de la Calzada, “que venía todos los días a tomar café, leía el periódico, echábamos un rato de charla y luego se iba al restaurante Chinitas”. 

En el Café Central se han hecho tratos de todo tipo gracias a la privacidad que otorgaba su interior, “yo he visto reunirse a notarios y a abogados y discutir aquí los acuerdos”, explica el dueño del centenario establecimiento y añade que, “cuando alguien viene a tomarse un café, eso es sagrado, tengo dada la orden de que no se moleste a nadie por muy famoso que sea”. 

Impulso al centro histórico

Durante más de 20 años, Rafael Prado compatibilizó su trabajo en el Café Central con la presidencia de la antigua AEHMA (Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga), donde su principal objetivo fue aumentar la seguridad en el centro histórico, “a donde no llegaba ni un turista”, comenta, una obsesión que le fue reconocida con la Medalla al Mérito Policial, “medalla de la que estoy orgullosísimo, la llevo a gala en un traje especial”. 

Con la misma intención de darle un radical cambio de imagen al centro de la ciudad, el hostelero malagueño, que también ostentó el cargo de presidente del Centro Histórico en dos etapas diferentes, creó junto a un grupo de empresarios la Feria del Centro. “En los años previos, la gente abandonó el centro, los locales se regalaban. Cuando nos inventamos la Feria del Centro, los propietarios cedían gratuitamente a las cofradías sus locales para hacer casetas. En el plazo de dos años, pasaron de la gratuidad a cobrar una millonada, y comenzaron a venir inversores que vieron una oportunidad en comprar edificios y locales”.  

En esta nueva etapa, Prado pretende tomarse la vida con más calma, ayudar a su hijo en el negocio, disfrutar de sus nietos y componer música, una de sus grandes pasiones -la otra es el deporte- desde su juventud y a lo que hubiera querido dedicarse si no hubiera existido el Café Central. “En la música sigo, en el deporte no por las lesiones, pero pertenezco a la Cuarentuna Malacitana, que está considerada la mayor de España, ensayamos todas las semanas, es mi pasión junto a la de componer música, y ahí tengo mis proyectos”. Y así, este empresario con alma de artista se encuentra incluso en Spotify con la canción ‘Café Central te da el compás’ que, entre ritmos caribeños, propone tomar café en la mítica cafetería de la Plaza de la Constitución. Dense prisa. 

Publicidad