El valor natural de un entorno y de la tradición rural se respira, siente y palpa en un pequeño pueblo del interior de la Axarquía, un reducto que fascina al visitante al pasar por cada una de sus calles y dejarse atrapar por cada rincón de su callejero. Hablamos de Alfarnate, un bello municipio serrano en Málaga.
Fundado en la época de la dominación musulmana, se rodea de un paisaje montañoso y rocoso, donde abundan los olivos y cerezos repartidos por su valle, ofreciendo unos paisajes de singular belleza. Precisamente de esa herencia cultura, se recoge por su fiesta de moros y cristianos que se celebra cada septiembre
No podemos perdernos, en nuestro recorrido por su casco, la iglesia parroquial de Santa Ana, de tres naves divididas por pilares que sostienen unas arcadas de medio punto. Del exterior del templo destaca su torre mudéjar de tres cuerpos, erigida en el siglo XVI. Como dato curioso, una de las campanas que formaban los sonidos de la iglesia fue llevada a la ciudad de Sevilla donde está actualmente instalada en la Giralda.
Ermita
En la zona más alta del pueblo se encuentra la ermita de la Virgen de Monsalud, también del siglo XVI. El santuario posee unos soportales asentados sobre pilastras enlazadas por arcos de medio punto. Tampoco podemos dejar pasar su Casa Consistorial, una construcción de dos alturas con arcos de medio punto. El edificio está situado en una plaza en la que antaño se celebraban corridas de toros.
“La iglesia y el Consistorio son algunos de esosedificios que hay que ver en el pueblo, de hecho este último es uno de los mas antiguos que se conoce en Málaga en acoger a un Ayuntamiento. Tampoco podemos marcharnos del pueblo sin ver el Museo del Juguete”, nos recomienda el concejal de Emprendimiento, José Manuel Arrebola. Precisamente en este último espacio que nos menciona podemos encontrar una fascinante colección de los entretenimientos de antaño, cuidados con sumo mimo.
Su núcleo urbano posee una cantidad importante de calles o callejuelas típicamente moriscas, muy estrechas y retorcidas. Este conglomerado hace que algunas zonas del municipio como la subida al mirador del Santo Cristo o la entrada a la Plaza de la Constitución desde calle Río, muestren la característica típica de la construcción morisca. Entre las calles que podemos visitar se encuentra Callejón Aljofar, Callejón Fortuna, Callejón Sol o el Barrio alto denominado «barriche».
Y por supuesto, su entorno natural rodeado por pinos y encinas lo hace también un punto perfecto para desconectar del bullicio de grandes urbes y aprovechar las opciones que nos brinda si nos aventuramos con el senderismo y las rutas que nos aguarda. “Lo que sorprende al visitante es la naturaleza y que siendo el municipio a mayor altura en la provincia, se sitúe en un terreno llano. Y sobre todo la temperatura que tenemos en verano”, comenta Arrebola.
Fiestas
En su calendario de festejos, su días señalados son la Fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero, en la que se corren las aulagas, planta silvestre que una vez seca se queman en manojos por las calles del pueblo además de las tradicionales fogatas; la romería de San Marcos, el 25 de abril, en el que sus vecinos salen de campo a la zona de la Venta Seca para comer el hornazo con choto. O el día de San Isidro a mediados de mayo, en el que el pueblo vuelve a salir de romería.
Pero sin duda sus fiestas más representativas, son las que se hacen en honor de la Virgen de Monsalud, ya que en esas fechas, el 12 de septiembre, es cuando se celebran ‘Las Embajadas’, o fiestas de moros y cristianos, una representación del pueblo dividido en dos bandos que luchan para recuperar la imagen de la Virgen.
Y cuando nos asalta el hambre, ya sabemos que una de las paradas obligadas en su famosa Venta de Alfarnate, que cuenta con una antigua posada en funcionamiento del siglo XVII. Por ella pasaron desde importantes personajes de alcurnia, como el rey Alfonso XIII, hasta bandoleros como José María ‘El Tempranillo’ o Luis Candelas. Platos como sus migas, las gachas o la presa son algunas decisiones muy acertadas a la hora de saciar el apetito.
Su comida tradicional local es variada, típica de la montaña, contando con platos como las sopas cachorreñas, así como su gazpachuelo, sopa de tomate con almejas o la sopa de maimones; como opciones perfectas para el cuchareo. Otras alternativas gastronómicas muy interesantes y que nos sorprenden en ese recetario ancestral son su chivo frito, la cazuela de papaveotes o cazuela de habas verdes.