Dime qué comes y te diré cómo te vas a sentir
Mens sana in corpore sano (Mente sana en un cuerpo sano). Esta cita latina ha conseguido perdurar hasta nuestros días gracias a su potente significado. Somos lo que comemos, y el tipo de alimentación que llevamos en nuestra vida diaria puede incidir, y mucho, en nuestro estado de ánimo. Existen formas muy variadas de buscar una armonización entre cuerpo y mente. Pues bien, los alimentos emocionales son una de esas conexiones que tenemos al alcance de nuestra mano.
Nuestras respuestas emocionales básicas residen en las amígdalas del sistema límbico. Es esta parte del cerebro en la que se genera la ‘defensa’ contra los peores sentimientos que tenemos los seres humanos: el miedo, la ira o la tristeza. Una forma de armonizar estos sentimientos y tratar de lograr un bienestar total es consumiendo una serie de sustancias que podemos encontrar en gran variedad de alimentos. ¿Quién no ha comido alguna vez por ansiedad? ¿Realmente el chocolate levanta el ánimo? Cuidar nuestro cuerpo depende del equilibrio entre los alimentos que ingerimos y las sustancias químicas que nuestro propio organismo segrega. Estas son las tres más importantes:
Serotonina. ¿Habéis oído hablar alguna vez de la “hormona de la felicidad”? Seguro que sí. Esta recibe el nombre de serotonina, y es elaborada por nuestro cerebro a partir de un aminoácido conocido como triptófano. Este químico natural nos ayuda a relajarnos, acabar con el estrés y mejorar el estado de ánimo. Esta sustancia podemos potenciarla consumiendo alimentos tales como los plátanos, el pavo, el arroz integral, los cacahuetes o la soja y sus derivados.
Dopamina. Esta sustancia se relaciona con el placer. De hecho, con muchos tipos de placer. Pero, ¿cuál es uno de los mayores placeres de la vida por consenso popular? Comer, claro. Esta sustancia ayuda a que el cerebro se mantenga concentrado, mejore la memoria a corto plazo y la claridad de nuestro pensamiento. Es peligroso abusar de la producción de este químico natural que segrega nuestro cerebro, ya que puede llegar a crear adicciones a la sensación que provoca. Por tanto, si nuestra idea es potenciar su producción, deberá ser de una forma controlada. Esta sustancia se consigue a través del aminoácido tirosina, y lo potenciamos gracias a alimentos como el pollo sin grasa, el pescado fresco, las pipas de girasol o los plátanos, de nuevo.
Noradrenalina. Esta sustancia se segrega en momentos de un alto nivel de estrés, y lo que hace es combatirlos. Este químico se encarga de regular las sensaciones de miedo que podemos tener, y ayuda a mantener el cerebro alerta, haciendo que nos sintamos más motivados y llenos de energía. Sus niveles marcan estados de ánimo muy dispares según si estos son bajos o altos. Un nivel bajo de noradrenalina puede relacionarse con el cansancio o la depresión, mientras que un pico alto puede significar ansiedad. Como decimos, en el equilibrio está la armonía. Por ello, buscaremos siempre unos niveles medios de esta sustancia para conseguir un estado de ánimo exultante y motivado. Este elemento se potencia y regula a través de la dopamina, por lo que los alimentos ricos en tirosina son la clave para el equilibrio perfecto.