Entre las ruinas brillantes de la República de Weimar, justo antes de que el nazismo impusiera su Edad Oscura, Berlín fue una ciudad que vivió como si no hubiera mañana: sexo, drogas, crimen organizado, sociedades secretas, magia y política callejera se mezclaban en la misma noche. «Berlín oculto», volumen colectivo editado por Servando Rocha y publicado por la editorial La Felguera, levanta la tapa de esa “Babilonia moderna” y, a través de crónicas y de un archivo visual apabullante, reconstruye la cara clandestina de una ciudad que bailaba mientras se acercaba al abismo.
«Berlín oculto. Sexo, crimen y magia antes del apocalipsis nazi» no es un simple libro de historia sobre la República de Weimar; es, más bien, una inmersión en sus sótanos.
La Felguera, fiel a su línea, convierte aquí la capital alemana de 1918-1933 en un escenario de exceso, peligro y experimentación radical. El punto de partida es claro: Berlín como “ciudad del pecado”, una Babilonia moderna, diversa y despierta, donde los límites morales, sexuales y políticos se difuminan hasta hacerse casi irreconocibles.
El libro, firmado por varios autores y editado por Servando Rocha, se organiza como un mosaico de textos y materiales que recorren los bajos fondos, el crimen, la magia y las sociedades secretas, sin olvidar la presencia física de las tropas de asalto nazis que empiezan a ocupar la calle. Más que narrar una historia limpia y cronológica, «Berlín oculto» propone una deriva: entrar por un cabaret, salir de un burdel, cruzarse con un camello, un travesti, un militante comunista o un matón de las SA en la misma esquina. Ese efecto de “paseo nocturno” se refuerza con el uso de un archivo visual ingente —fotografías, carteles, documentos gráficos— que no funciona como simple ilustración, sino como otra vía de acceso al clima mental de la época.
La última parte ofrece el eco del derrumbe: el ascenso de las tropas de asalto, los enfrentamientos callejeros, la llegada de Hitler y la represión que se instaló como una lógica del mundo. “La ciudad que jamás dormía” se convierte en paisaje de cenizas, donde la música es silenciada, el deseo perseguido y la magia criminalizada. Las imágenes del archivo visual se vuelven testimonio: los carteles nazis, los gestos fascistas, las cámaras de vigilancia emergen como rostros de otro amanecer. En ese tránsito, el libro resalta la fragilidad de la libertad radical y recuerda que el cenit del desenfreno puede también señalizar el precipicio.
Uno de los ejes del libro es la noche berlinesa como laboratorio de libertades. Mientras comunistas y nazis se enfrentan en las calles y el hampa planta cara a las SA, la ciudad se permite una diversidad sexual insólita: travestis, bisexuales, gays, lesbianas y personas trans bailan frenéticas en clubes donde casi todo está permitido. Los camareros deslizan drogas en las copas, los cabarets ofrecen sexo, sado, espectáculos extremos y, en ocasiones, un coqueteo directo con lo satánico y lo esotérico. El libro insiste en esta dimensión doble: la noche como espacio de emancipación y como territorio de riesgo extremo.
Otra capa importante es la del “ocultismo político”. No se trata solo de magia como entretenimiento, sino de rituales, logias y sociedades secretas que proliferan en un momento en que todo parece posible y todo está a punto de hundirse. «Berlín oculto» recoge crónicas sobre estos círculos esotéricos y muestra cómo conviven con el auge del fascismo, las bandas de la calle, la policía y los servicios de inteligencia. Esa mezcla de crimen, política y magia convierte la ciudad en un tablero donde la lucha por el poder se libra también en el terreno de lo simbólico.
El apocalipsis del título no es una metáfora gratuita. El libro está atravesado por la conciencia de que toda esa efervescencia tiene fecha de caducidad: la llegada de Hitler al poder. Cuando el nazismo se impone, la legendaria libertad de ese Berlín libertino y anárquico se cierra de golpe. Los mismos espacios que aparecían como refugios —los cabarets, los antros de perversión, los clubes queer, los círculos mágicos— se convierten en objetivos de una represión brutal. La ciudad que “jamás dormía” entra en una nueva fase: la de la violencia sistemática y la homogeneización ideológica.



























