Bodegas Bentomiz: veinte años de éxito decantando el sabor de la Axarquía

Dice Clara Verheij, propietaria de Bodegas Bentomiz junto a su marido, André Both, que está viviendo la época más feliz de su viñedo, recuperando inversiones y disfrutando del trabajo diario que supone producir y distribuir los once vinos de su catálogo. Es la recompensa a veinte años de dedicación a la vitivinicultura que celebrarán el próximo otoño, después de la vendimia. 

Esta pareja de holandeses se instaló en Sayalonga en 1995. Pronto comenzaron a producir su propio vino, como una afición, inspirados por la costumbre local. La profesionalización llegó más tarde y hoy sus vinos se encuentran entre los más interesantes y con mayor proyección de la comarca de la Axarquía. Destacan por su frescura, con matices elegantes, y por su versatilidad. Se benefician de la especial localización de las cepas de las que se extrae la mayor parte de la producción, que crecen a gran altura en un terreno pizarroso cerca del mar, de donde les llegan las brisas salinas.

Cultivan la uva autóctona Romé, muy apreciada y escasa, que emplean sobre todo en Ariyanas Romé Rosado, un vino elaborado con esta variedad exclusivamente, tan especial que siempre se agota en poco tiempo ya que solo pueden producir cantidades limitadas, aunque las recientes precipitaciones les han dado motivos para ser optimistas. “Justo después de haber plantado nuevos esquejes y de haber injertado las del año pasado con Romé empezó a llover y nos vino muy bien. Ahora está brotando todo y creciendo con muchísima fuerza, tenemos muchas expectativas y esperanzas en que si llueve un poquito más va a ir bien la nueva plantación que tenemos”, explica Clara.

En su parcela también cultivan la variedad Moscatel, con la que elaboran Ariyanas Naturalmente Dulce, Ariyanas Seco sobre Lías Finas, Ariyanas Terruño Pizarroso y Pixxel, un vino blanco seco que es una de sus referencias más populares. Recientemente han incorporado al catálogo de Bodegas Bentomiz un espumoso rosado, Lobban-Bentomiz Rosé, su tercer espumoso fruto de una colaboración con la enóloga Pamela Geddes, escocesa afincada en el Penedès catalán.  

A Clara y a André les gustaría continuar recuperando viñedos abandonados, la tarea que empezaron hace dos décadas, y extendiendo la uva Romé, pero no resulta fácil por la falta de terrenos disponibles y por los complicados trámites burocráticos exigidos para adquirirlos. Para completar la producción de las referencias que comercializan compran uvas a agricultores y viticultores de la zona.

Mientras, hacen avanzar su negocio con paso seguro: “Intentamos reforzar lo que tenemos y mantener la buena calidad de los vinos de siempre. Poco a poco vamos ampliando la gama. También hemos estado haciendo experimentos con vinos de la región pero eso todavía no está listo”. Clara trabaja muy activamente en fortalecer el vínculo con sus compradores y exportadores. La experiencia le ha enseñado que para dar a conocer sus vinos no es suficiente con encontrar un distribuidor. “Las ferias son imprescindibles para que te vean, pero lo que hago sobre todo es apoyar a los distribuidores e importadores que ya tengo. Voy a Inglaterra por lo menos dos veces al año para ver a los clientes con los representantes. Visitamos los restaurantes y damos formación a la plantilla sobre nuestros vinos para que tengan el discurso necesario en la mesa. Para mí es muy importante que conozcan la historia que hay detrás de cada uno”, enfatiza. 

Catas

También dan a conocer sus vinos en las catas que organizan durante todo el año. En ellas los visitantes pueden conocer la bodega y los procesos de elaboración del vino y acaban el recorrido en su restaurante degustando un menú diseñado y preparado por André con productos locales y de temporada. También se puede hacer una visita más corta solo para almorzar y disfrutar de las magníficas vistas de la bodega, en la amplia terraza o en el comedor, preferiblemente con una copa en la mano. 

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