Castañas: el tesoro del Valle del Genal

El otoño es una estación de gran actividad en el Valle del Genal, en la Serranía de Ronda. Se intensifican las visitas de senderistas, atraídos por sus paisajes, que a partir de octubre lucen espléndidos, cubiertos de los colores característicos de esta época del año, a los que debe su nombre el Bosque de Cobre. Esa explosión de belleza coincide con el comienzo de la campaña de recolección de las castañas, muy importante para la economía de la comarca: Málaga es la principal productora de este fruto en Andalucía y una de las más destacadas a nivel nacional, aunque este año los productores se enfrentan a unas dificultades nunca vistas debido principalmente a la sequía y las altas temperaturas que han tenido que soportar. 

Lo atestigua Cati Chicón, presidenta de la cooperativa San Antonio de Pujerra. “Llevamos cuatro o cinco años teniendo mucha pérdida de dinero pero este año ha sido desastroso”, se lamenta. Justifica su afirmación con cifras referidas a su explotación: “Solíamos coger 20.000 kilos, después bajamos a 15.000, el año pasado también fue muy malo y cogimos unos 8.000 kilos, y este año hemos llegado a 1.000 kilos”. San Antonio es una cooperativa de primer grado, recepciona las cosechas de los productores socios y selecciona las castañas en función de su tamaño; las más pequeñas se venden como alimento para cerdos. De la comercialización se encarga la cooperativa de segundo grado Castañas Valle del Genal, la más importante de la comarca y de la que también forma parte la cooperativa de primer grado Productores de Castañas de la Serranía de Ronda, de Jubrique. Cati asegura que este año han recogido entre los dos pueblos 50.000 kilos de castañas; en años mejores alcanzaban el millón y medio.

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La campaña de recogida es corta, suele durar unos cuarenta días, aunque cada año se reduce por el calor. “Siempre ha hecho frío, pero desde hace cuatro o cinco años cogemos las castañas en mangas cortas”, ilustra Cati, que asegura que esta circunstancia no ha afectado a la calidad de los frutos, que siguen un estricto proceso hasta su consumo. “En cuanto las recibimos la seleccionamos y van corriendo a la nevera, no tardamos ni dos minutos. Al día siguiente se sacan y se meten en un baño de agua durante 35 minutos a una temperatura de 33 o 34 grados. Después se secan con unos ventiladores y se clasifican según su tamaño, que se mide por el número de piezas que entran en un kilo”.

Este año más de la mitad de la cosecha se ha exportado a Alemania, donde ofrecen mejores precios. Tradicionalmente las castañas del Valle del Genal se han distribuido por toda Europa, llegando a países como Portugal, Holanda, Inglaterra, Italia o Suiza. Para hacer frente a una crisis que no parece pasajera piensan en otras soluciones, como abrir una fábrica para secar las castañas y envasarlas al vacío. “Así daríamos trabajo a personas del pueblo y podríamos alargar la temporada”.

Con la recolección culmina un trabajo que comienza en abril o mayo. Hay que arar, desbrozar o quemar hojas. Los propietarios de estos campos, la mayoría explotaciones familiares, son los encargados de conservar los bosques, una tarea poco valorada pero muy necesaria. “Tenemos el bosque muy cuidado y los castaños pararon los incendios, si no hubiera arrasado con el pueblo. Se paró a unos diez metros de mi finca”, recuerda Cati, refiriéndose al fuego que quemó casi 5.000 hectáreas en la primavera de 2022. De su trabajo, que apenas ha sido rentable en los últimos años, también se benefician los senderistas que visitan los bosques y encuentran los caminos despejados durante todo el año. Por eso Cati se lamenta de que muchos no respeten la prohibición de llevarse castañas durante el periodo de recolección. 

El final de la recogida se festeja con los tradicionales “tostones”, fiestas populares en las que se tuestan y comparten castañas acompañadas de algún licor. En Pujerra la Fiesta de la Castaña coincide con el día dedicado a su patrona, la Virgen de Fátima, el 3 de noviembre, o se celebra en una fecha cercana. Este año comenzará esa misma noche y en total se repartirán unos 800 kilos de la variedad tomasa, la más tardía.

Esta fiesta es una ocasión excepcional para conocer los platos de la gastronomía local que se elaboran con castañas, que corren el riesgo de caer en el olvido a medida que faltan las personas que conocen las recetas. Si bien se consumen popularmente asadas, sus usos en la cocina pueden ser muy variados. También pueden tomarse crudas, fritas, ahumadas, cocidas enteras o en puré, secas o incluso pueden emplearse molidas en forma de harina. Y son igualmente aptas para recetas saladas o dulces,  como recomienda Cati: “Están muy buenas cocidas con agua y azúcar, o con un almíbar de vino tinto, azúcar, cáscara de limón y canela. Así se pueden conservar para el resto del año”.

Aunque se trata de un fruto seco, la composición de la castaña es similar a la de los cereales. Casi la mitad de su contenido son hidratos de carbono complejos, muy beneficiosos porque se absorben lentamente y así aportan energía de forma continuada  y mantienen estables los niveles de azúcar. También contiene mucha agua, por lo que resulta poco calórica a pesar de su dulzor. Es por tanto un alimento muy recomendable en cualquier dieta, incluso para celíacos, ya que no contiene gluten. Únicamente hay que tener cuidado de no abusar de tomarlas crudas recién cogidas por su alto contenido en taninos, que puede dificultar su digestión, aunque este disminuye al cocinarlas o dejándolas en reposo unos diez días.

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