La era digital ya es un hecho y forma parte de nuestra vida diaria. Lo vemos en nuestros smartphones cuya capacidad sobrepasa –con mucho- la del ordenador que llevó al hombre a la Luna. La tecnología representa una ventana fascinante que nos asoma al mundo y nos permite interactuar con cualquier sujeto sin importar la distancia. Asimismo, es una fuente inagotable de conocimiento. Lo ‘smart’ también se ha puesto al servicio de las ciudades. Y la tecnología ‘smartcity’ sueña con urbes mejor gestionadas, más limpias y sostenibles. La tecnología puede lograrlo porque abarata costes, gestiona mucho más rápido y, sobre todo, nos ofrece información al detalle y en tiempo real de nuestros excesos (energéticos) y errores. Informa cuando el gasto eléctrico es anormal y el modo de solucionarlo. Nos permite, asimismo, instalar energías renovables, e incluso controlar la temperatura de cada espacio para ahorrar y minimizar el impacto medioambiental de un edificio.
Las posibilidades son tan asombrosas que este concepto –smartAgro- se ha contagiado al entorno rural. Igual que en la ciudad, el objetivo es hacer más con menos. Es decir, mantener unos estándares de calidad elevados con el mínimo gasto. Existen muchos apartados para aplicar las nuevas tecnologías en la Agricultura 4.0. Por ejemplo, un estudio pormenorizado nos indicará qué tierras son más adecuadas para plantar una vid o destinarlas a cultivos subtropicales (mangos o aguacates). Pero hagámonos otra pregunta, ¿por qué irrumpe ahora la tecnología con tanta fuerza? Básicamente, porque los costes han bajado sustancialmente. Los sensores, los drones, las redes inalámbricas, los ordenadores, las cámaras digitales, son ahora más baratos. Como consecuencia, son accesibles tanto a agricultores como a jóvenes emprendedores que recogen el testigo de sus padres.
Dentro del mundo smart y de internet, hay distintos campos. Uno de ellos es el IoT o ‘internet de las cosas’. Básicamente, facilita la automatización de procesos. ¿Qué quiere decir esto? Pues nos permite conocer en tiempo real, gracias a esa red de sensores, lo que pasa en nuestra parcela. Dicho de otro modo, grado de humedad, salinidad, presencia de plagas, exceso de pesticidas y un largo etc. Con esta información, el profesional puede tomar decisiones acertadas y optimizar recursos al anticiparse a cualquier problema.
La digitalización de nuestra huerta no queda ahí. Los modernos sistemas de riego pueden integrar herramientas que nos permiten un control efectivo y remoto de los recursos hídricos. De esta forma, regaremos zonas deficitarias o viceversa. El vuelo de un dron también nos aportará mucha información visual de cómo evolucionan los árboles frutales, las vides, el trigo o el maíz. Y lo más increíble de todo es que esta supervisión se puede hacer desde casa o cualquier punto mediante un smartphone o una tablet. ¿Y qué sucede si queremos tener un visión a futuro, a medio y largo plazo? Por ejemplo, historial de cosechas, variación interanual, previsiones. Existe otra familia de herramientas, denominada Big Data (gestión de datos masivos), que nos brinda soluciones a estas cuestiones. Igual que Facebook sugiere, vía inteligencia artificial, productos, viajes, etc, ajustados a nuestro perfil, existen softwares que generan previsiones de cosechas futuras, o la posible incidencia de una plaga. Existen algunos ejemplos de start ups con ideas brillantes y un horizonte prometedor. Es el caso de la sevillana Agroplanning que monitoriza y analiza la actividad agrícola. Se encarga de ofrecer actuaciones inteligentes y automatizadas. Evoindustria, en la Costa del Sol, manufactura generadores de ozono, con los que tratan el agua y el aire para mejorar la producción en agricultura y ganadería. Otra pyme tecnológica, Green Globe, realiza entre otros servicios Consultoría, peritaje, proyectos y prevención ambientales, estrategias de sostenibilidad, sistemas de gestión e I+D+i ambiental.
En un mundo globalizado, donde el agricultor soporta grandes costes y asume casi todos riesgos, disponer de estas herramientas representa la diferencia entre poder perder o salvar una cosecha, e incluso alcanzar un récord de producción.