Gambas al pil pil: chispa y aroma en una cazuela de barro

Hay platos que resumen el espíritu de un lugar. En el sur de España, las gambas al pil pil son más que una receta: son una celebración del sabor, el calor y la vida compartida en torno a una barra. Su origen se disputa entre Málaga y el País Vasco —donde el “pil pil” nació con el bacalao—, pero fue en Andalucía donde esta salsa burbujeante de ajo, guindilla y aceite encontró su versión más festiva.

El secreto está en el aceite

Las gambas al pil pil no admiten prisas. La clave está en el aceite de oliva virgen extra, base y alma de esta receta. En una cazuela de barro —imprescindible para mantener la temperatura y lograr el burbujeo perfecto— se laminan varios dientes de ajo y se doran lentamente junto a guindillas secas. Cuando el ajo comienza a bailar en el aceite, se incorporan las gambas peladas y limpias, preferiblemente frescas y de tamaño medio.

El fuego ha de estar alegre, pero no furioso: lo justo para que el aceite burbujee sin quemar el ajo ni secar el marisco. En apenas un minuto, las gambas se tiñen de un rosa intenso y el aroma invade la cocina.

El arte de ligar el pil pil

Aunque a menudo se sirve tal cual, la auténtica maestría del plato está en lograr la emulsión: esa textura espesa y dorada que surge cuando el aceite se liga con los jugos del marisco.
Para conseguirlo, basta con retirar la cazuela del fuego y moverla suavemente en círculos, ayudando a que la salsa se espese sin cortarse. En algunos restaurantes malagueños, el secreto está en añadir unas gotas de agua fría o un pellizco de perejil picado justo al final, para dar frescor y color.

El resultado es una salsa que arde suavemente, con el picante en su punto y una untuosidad irresistible. Se come con pan, mucho pan, porque dejar el aceite en el plato es casi un sacrilegio.

De las tabernas del sur a la alta cocina

Lo que comenzó como una receta humilde de pescadores se ha convertido en un icono de la gastronomía andaluza. En Málaga, Torre del Mar, Torrox, Nerja, Estepona o Marbella, es difícil encontrar un chiringuito o una taberna que no la ofrezca en cazuelitas individuales, burbujeando aún cuando llega a la mesa.

Hoy, chefs de toda España reinterpretan el pil pil de las gambas con toques contemporáneos: algunos añaden un hilo de vino blanco, otros aromatizan el aceite con pimentón o ralladura de limón. En versiones más audaces, se sustituye el aceite por mantequilla clarificada o se acompaña de espaguetis de calabacín, creando un contraste entre lo tradicional y lo ligero.

Otras salsas que realzan el sabor del mar

El pil pil no está solo. En la cocina marinera española, hay otras salsas con la misma vocación: realzar sin enmascarar.
La salsa verde, con ajo, perejil y vino blanco, es ideal para merluzas o almejas; la menier, francesa y refinada, combina mantequilla, limón y perejil; y la salsa americana, nacida del marisco, aporta potencia y color con tomate y brandy.

Cada una tiene su momento, pero ninguna transmite la calidez del pil pil, esa sensación de hogar que emana del aceite chispeante y los aromas del ajo.

Una receta para repetir

Ingredientes (para 4 personas):

  • 500 g de gambas peladas
  • 6 dientes de ajo
  • 2 guindillas secas
  • 200 ml de aceite de oliva virgen extra
  • Sal al gusto
  • Perejil picado (opcional)

Elaboración:

  1. Calienta el aceite en una cazuela de barro. Añade los ajos laminados y las guindillas.
  2. Cuando los ajos empiecen a dorarse, incorpora las gambas y una pizca de sal.
  3. Cocina un minuto, retira del fuego y mueve la cazuela para ligar el aceite con los jugos del marisco.
  4. Sirve inmediatamente, con perejil picado y pan crujiente.

El picor perfecto para el otoño

Pocos platos despiertan tanto apetito y conversación como unas gambas al pil pil recién hechas. Son una explosión de sencillez y sabor, el ejemplo perfecto de cómo los ingredientes más humildes pueden transformarse en un festín.

Y es que, como dicen en Málaga, “si no chispea, no es pil pil”.

Publicidad