Un joven artista transforma la Sala Ático en una pista deportiva

Las líneas de color amarillo forman parte del imaginario colectivo de algunos deportes como el baloncesto o el balonmano y cobran importancia como elemento delimitador del espacio más allá de su contenido geométrico. Pero también pueden señalar peligro, aviso o precaución. Esta dualidad simbólica es el principal objetivo del joven artista Manuel Senén en su primera exposición individual “Señales amarillas” en la Sala Ático del Palacio de los Condes de Gabia.

Manuel Senén ha transformado la Sala Ático en una pequeña pista deportiva, con sus líneas amarillas pintadas en el suelo señalizando el centro del campo y las áreas de cada equipo. Luego, ha dispuesto una serie de hitos de madera blanca unidos por unos hilos, bajo el título “Camino de peregrinación” y varias obras en la pared.

El joven artista castellano pretende señalar, de esta forma, cómo en lo más cotidiano se puede introducir la unidad en la diversidad y como en las señales amarillas existe una “dualidad simbólica”, un misterio, una paradoja del color. Por un lado, como límite geométrico y algebraico; pero también como señal de aviso, peligro o precaución.

Manuel Senén Ruiz (Alovera, Guadalajara, 1996) cursa actualmente tercero del grado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, con especialización en diseño gráfico. Ha participado en varias exposiciones, entre las que destacan su primera colectiva en el Colegio Mayor Isabel la Católica y su intervención en los proyectos de Elena Aitzkoa y Marina Vargas para FACBA19. El pasado año fue becado en la residencia de verano alRaso18. Además, ha sido profesor de baile y ha recibido varios premios de grupo en competiciones de danza urbana por toda España.

La muestra “Señales amarillas” puede visitarse hasta el próximo 15 de septiembre y abre el ciclo de proyectos de la convocatoria 2019 para Jóvenes Artistas Plásticos. La Sala Ático del Palacio de los Condes de Gabia acogió anteriormente “Nacer del magma, morir en el mar” de Manuel Rosa, “En tiempo seco” de Lucía Díaz y “No Vanishing Point” de José Antonio Soriano.

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