Jordi destaca entre la oferta de hostelería de Torre del Mar por ser un sitio de confianza desde hace más de veinte años. Es un restaurante acogedor para hacer una parada rápida entre las tareas del día, celebrar ocasiones especiales o disfrutar de momentos de descanso y desconexión. La calidad de sus platos y del servicio a un precio moderado son su secreto para mantenerse como un referente en la zona. La Guía Repsol lo reconoció en 2021 al concederle un Solete destacando de su oferta el “producto de la tierra” con el que elaboran sus recetas y los “buenos vinos” que las acompañan.
Y es que su bodega es otro de sus atractivos. Desde que abrió el local en 2001 su propietario Jorge Mateos le dio importancia a la selección de vinos. Hoy es su hijo Alejandro quien está al frente del negocio y continúa ampliándola y adaptándola a las preferencias de su clientela. Además de haberse formado y mantenerse actualizados en cuanto a las novedades del mundo del vino, tienen en cuenta las preferencias de sus clientes y se adaptan a ellas. “La bodega es amplia en el sentido de que está pensada para complacer a todos los públicos, tanto para quienes buscan referencias más comunes como para los que quieran un vino más especial”, cuenta Alejandro.
Actualmente cuentan con más de cien referencias, de las cuales ofrecen unas veinte por copa, lo que aporta dinamismo a su carta y se ha convertido en uno de sus reclamos. Esto les diferencia de otros locales de la zona ya que anima a los comensales a probar varios vinos diferentes en una visita. “Le hemos perdido el miedo a abrir una botella y que no se venda. Los clientes agradecen eso y hay mucha rotación”, afirma Alejandro, quien reconoce que sus recomendaciones suelen ser bien recibidas y tenidas en cuenta.
En la bodega de Jordi tienen protagonismo los vinos de Málaga, que conviven con otras denominaciones de origen españolas entre las que no faltan los Riojas y Riberas, que suelen ser los más demandados. Una selección en concordancia con su cocina, que evita las elaboraciones extravagantes a pesar de ser variada. Apuestan por una gastronomía tradicional actualizada, con conseguidos sabores a comida casera, en la que no faltan platos clásicos como la ensaladilla rusa, pinchitos morunos, patatas bravas, croquetas o los torreznos. Sus platos especiales son el puchero, los callos y la paella, que sirven solo un día a la semana. Fuera de carta sorprenten con otras propuestas en función de los productos que encuentran en el mercado, o del tiempo: si llueve, se comen migas. ■