Con la llegada de la Cuaresma, las tradiciones religiosas y gastronómicas en Andalucía se fusionan, marcando el inicio de un periodo de recogimiento y fervor. Entre los aspectos más destacados de la Semana Santa andaluza, la repostería se erige como un auténtico protagonista, ofreciendo una rica variedad de dulces que no solo evocan el espíritu de la celebración religiosa, sino que también son un reflejo de siglos de historia y cultura. Desde el litoral hasta el interior, cada provincia tiene sus especialidades, pero hay una serie de dulces que, sin lugar a dudas, se convierten en imprescindibles durante estos días de fervor y penitencia.
Uno de los dulces más representativos de la Semana Santa andaluza es la torrija, un clásico que conquista paladares cada año. Aunque su origen se remonta a tiempos medievales, la torrija es, sin duda, uno de los productos más consumidos durante la Cuaresma. Este manjar tiene sus raíces en la necesidad de aprovechar el pan duro. Se elabora empapando el pan en leche o vino, pasándolo por huevo batido y, finalmente, friéndolo en aceite. Tras sacarlas del aceite, se espolvorean con azúcar y canela, lo que le da un sabor único. En muchas ocasiones, se le añade miel o almíbar, transformando la torrija en un dulce con diversas variantes según la región.
En Cádiz, la rosca de Semana Santa es otro dulce emblemático. De forma circular y con una apariencia sencilla, este pan es un manjar que se elabora con masa de pan dulce, huevos, azúcar y, en algunos casos, anís. Su característica principal es la coronación con un huevo cocido en el centro, símbolo de la resurrección y de la vida nueva que se celebra durante esta temporada. Aunque su consumo es muy común en toda Andalucía, la rosca tiene una especial significancia en la provincia de Cádiz, donde se prepara con esmero y se comparte en familia.
Otro dulce que se lleva la palma en Sevilla es el pestiño, que no falta en las mesas de los andaluces durante esta época del año. Los pestiños son pequeños pasteles fritos elaborados con masa de harina, aceite de oliva, azúcar y, en ocasiones, un toque de vino o anís. Tras ser fritos, se bañan en miel o se espolvorean con azúcar, lo que les da un sabor delicado y jugoso. Su receta varía según la localidad, pero su presencia es una constante en las celebraciones de la Semana Santa. En muchas casas, los pestiños se hacen de forma casera, siguiendo recetas tradicionales que se transmiten de generación en generación.
En Jaén y Córdoba, el hornazo es otro de los dulces típicos que adorna las mesas durante la Semana Santa. Este bollo relleno de chocolate, dulce de membrillo o incluso crema, es comúnmente conocido por su textura esponjosa y su toque de azúcar glas. Aunque su nombre y presentación pueden variar dependiendo de la zona, el hornazo siempre destaca por su sabor delicado y su relación con la celebración de la Cuaresma.
No podemos olvidar la empanadilla de Semana Santa, un dulce que se prepara en distintas localidades andaluzas. Generalmente rellena de cabello de ángel, una especie de mermelada que se elabora con calabaza, azúcar y limón, esta empanadilla es otro clásico de la repostería andaluza. Se caracteriza por su masa fina y crujiente, que se funde con el dulzor de su relleno, ofreciendo un sabor suave y elegante que conquista tanto a locales como a visitantes.
Finalmente, en algunas zonas de la costa, como en Málaga, los buñuelos de viento se convierten en el dulce favorito de la Semana Santa. Estos pequeños buñuelos, ligeros y esponjosos, se preparan con una masa que se fríe hasta obtener una textura crujiente por fuera y tierna por dentro. En ocasiones, se espolvorean con azúcar glass, aunque también se pueden rellenar con crema pastelera o chocolate, adaptándose a los gustos de cada región.
La repostería de Semana Santa en Andalucía no solo es un deleite para el paladar, sino que también es una parte fundamental de la tradición cultural de la región. Cada dulce cuenta una historia, cada receta encierra siglos de tradición, y cada bocado es una celebración de la vida y la fe. Estos manjares, elaborados con ingredientes sencillos pero de calidad, siguen manteniendo su popularidad generación tras generación, haciendo que la Semana Santa andaluza sea, además de una experiencia religiosa, una fiesta de sabores que resuenan con la esencia misma de la región.