Málaga, capital y origen de los merenderos

Málaga puede enorgullecerse de ser la tierra que alumbró el primer chiringuito, que dicho sea de paso, aquí siempre se le ha llamado merendero. Hay otros destinos que nos disputan esa hegemonía. Sitges, por ejemplo, quien reclama su invención en 1913. Pero hay que remontarse más atrás, concretamente a la Navidad de 1884, cuando Granada y Málaga fueron azotadas por unos violentos terremotos. Tal fue el impacto social, que el propio rey Alfonso XII visitaba la provincia un mes más tarde. Procedente de Nerja, hizo un pequeño alto a la entrada de Málaga. De tal guisa que, pasó por la ‘Gran Parada’, un merendero en la zona que hoy es la barriada de El Palo. Su propietario, el pescador, Miguel Martínez Soler, ofreció a su Majestad unas sardinas asadas y espetadas en cañas. El rey observó el enigmático plato y se dispuso a utilizar cuchillo y tenedor. El paleño, incrédulo, se apresuró a corregirle: “asín no, majestá, asín no… con los deos…”, tal y como recoge, el historiador y experto gastronómico, Fernando Rueda. Migué, como era conocido, tenía un espíritu emprendedor y cuando podía, también salía a vender pescados.   Años después, uno de sus sobrinos, Perico Martínez Román, fundaba ‘Casa Pedro’. Lo hacía en 1927 y a escasa distancia de su predecesor. Instalaba, sobre la arena, unas sillas hechas a mano y un techo cubierto de palmeras que, luego, se transformaría en un cañizo. 

Durante más de 80 años, esta casa ofreció el mejor espeto y ‘pescaíto’ frito de la zona. En 1989, todo cambió cuando la Dirección de Costas les obligó a retirarse de la playa para poder construir el actual paseo marítimo. Mientras se ejecutaba el deslinde de la zona marítimo terrestre, el establecimiento se mudó a otros terrenos. La familia Martínez acometió una inversión millonaria y a unos intereses tan altos que acabaron asfixiándola. En 2009, los propietarios de ‘Casa Pedro’ desistían y, con ellos, se cerraba una época. 

Casi contemporáneo a éste, es ‘Antonio Martín’, otro nombre con mayúsculas. Su apertura coincidió con la inauguración del hotel Príncipe de Asturias (actual Hotel Palacio Miramar). Antonio, su artífice, comenzó a servir boquerones fritos y otras recetas marineras mientras la burguesía de Málaga degustaba, a escasos metros, platos refinados. Su fama fue tal que, pese al sucesivo cambio de propietarios, su nombre es sinónimo de éxito.

Uno de los pioneros en Pedregalejo fue el ‘Chiringuito Lirio’, de la familia Galdeano. Abrió sus puertas en paralelo a los anteriores. En 2017, tras 90 años y tres generaciones al pie del cañón, echaba el cierre. Sin embargo, dejaba una huella indeleble en la historia del turismo. Francis Galdeano, su fundador, se le ocurrió vender el género que pescaba en su barca. ¡Más fresco imposible! Su carta estaba compuesta por la triada malagueña, formada por el ‘pescaíto’ frito, el arroz caldoso y los espetos de sardinas.

Durante la década de los 40 y 50, aterrizaban nuevos clásicos en la ciudad como el ‘Merendero María’ en las playas de Huelín. Al mismo tiempo, los barrios de El Bajondillo y La Carihuela en Torremolinos asistían al nacimiento de ‘Casa Miguel’, ‘Los Leones’ y ‘Playa Miguel’.    

Hay que hacer mención especial a ‘El Tintero’ porque encierra una de las historias más entrañables. El abuelo de Nono, su actual propietario, se dedicaba a tintar las redes de pesca. Cuando esta actividad se extinguió, abrió un pequeño merendero al que puso ‘El Tintero’. Nono heredó el negocio familiar y puso a sus padres en la cocina. El merendero fue prosperando. Un buen día, allá por los 70’, el local se llenó de tal manera que Nono no acertaba con las comandas y en la cocina, sus padres, se hacían todavía más lío. Cuenta su hijo en el blog ‘Málaga y sus Historias’ que “entró corriendo a la cocina diciendo a su madre: Tú fríe lo que quieras que ya nosotros lo venderemos”. Ni corto ni perezoso, salió cargado de raciones pregonándolas al mejor postor. Los comensales, incrédulos, no pudieron más aplaudir ante tan imaginativa ocurrencia. El resto es historia.

Fotografía: Universidad de Málaga
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Juan Alberto Gómez
Redactor todoterreno con más de 15 años de experiencia, en el mundo de la gastronomía, el turismo y la economía. Explorador incansable de los sabores, las cocinas del mundo y los nuevos hallazgos culinarios. Siente pasión por todo lo que rodea al mundo del vino y la enología. También de los productos de temporada y kilómetro 0, lo que viene en denominarse ‘slow food’. Hace suyas unas palabras de Cicerón: “el placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación”.