Niño de Elche: «Comer y cantar son experiencias que deben tener sus tiempos y espacios propios»

Francisco Contreras Molina (Elche, 1985) despuntó en el flamenco de niño. Más adelante se convirtió en Niño de Elche y sobrepasó las etiquetas sin desligarse del flamenco, para espanto de los guardianes de la tradición. En sus espectáculos se acerca a la performance, hace carne el arte, se ha mezclado con otras disciplinas, como la danza, el cine o la pintura, y con artistas como C. Tangana o Rosalía, quien figura en su disco más reciente, “Flamenco. Mausoleo de celebración, amor y muerte” (Sony, 2022).  También dirige y presenta en Radio 3 el programa “eXtrañas heterodoXias”. A final de octubre participará en Málaga en la clausura del Año Picasso con el concierto “Fandango Cubista”.

Hasta final de este año estás de gira por distintas ciudades de España con formatos diferentes. ¿Influyen unos proyectos en otros de alguna manera?

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Todo lo experimentado se retroalimenta entre sí por eso soy fiel creyente de la idea o experiencia – según se mire – del arte-vida. Es un mecanismo que en el desarrollo del sinfín de proyectos en los que estoy sumergido van surgiendo otras ideas que generan nuevas propuestas de las cuales algunas se ven realizadas de forma más convencional, otras esperan en barbecho en mis diferentes carpetas, afiches, libretas, archivos de audio u otras simplemente ocupan esa labor de alentadoras de otros procesos sin más fin que ese. 

¿Te obsesionas con los temas sobre los que trabajas hasta agotarlos o arrastras todos tus intereses de una obra a la siguiente, en convivencia?

Hay pocos temas que se agoten sobre todo si son temas trascendentales y no temáticas elegidas de la misma forma que el que desarrolla una idea para un ensayo literario o una novela.

Te has declarado exflamenco pero publicas un disco de flamenco. ¿Te tomas menos en serio que quienes te critican?

Mi labor se basa en un rigor de la práctica artística, política y en un compromiso muy serio con el arte o sea, con la vida y su trascendencia. Lo que no se puede tomar en serio son los debates sobre las disciplinas artísticas, las tradiciones, las identidades culturales o todo tipo de pelea de barra de bar que poco tiene que ver con esa idea profunda que encierra el arte y sus posibilidades emancipatorias. 

En “Flamenco. Mausoleo de celebración, amor y muerte” hablas de muerte y también de amor, que no es un tema habitual en tus trabajos. ¿Qué otras cosas te has atrevido a hacer en este disco que no hubieras hecho antes?

Amor y muerte son parte de la misma ecuación. Es verdad que el amor romántico o las relaciones sentimentales convencionales de pareja no son parte de mi experiencia ni de mis intereses, por lo tanto es normal que no sea un tema recurrente en mi producción artístico-vital. Probablemente no haber tenido pareja amorosa pueda ser una razón contundente como para que eso no sea prioritario en lo que a temáticas se refiere. En este disco si aparece es porque está ligado a la muerte, si no poco me hubiera interesado pararme en esa retórica. No lo tomes como un atrevimiento sino como una ampliación controlada de la escucha. 

¿Los riesgos te motivan o son más bien un obstáculo al que te cuesta enfrentarte?

No siento mis trabajos como arriesgados en el sentido vital ni estético aunque sí en el comercial. Sé muy bien el contexto cultural en el que me muevo, la mal llamada industria cultural o musical en la que existo y las dificultades a las que me enfrento cuando haces algo fuera de la convención y lo etiquetable. Si hay algo de riesgo en mi trabajo es en ese terreno, o sea en el económico. 

Si el flamenco ha muerto y hay que buscar un culpable, debes de ser uno de los principales sospechosos.

El flamenco es un arte que se suicida, que se inmola, que su espíritu existencialmente es autodestructivo. No hace falta que venga nadie a matarlo o a rematarlo. Es una experiencia que necesita de ello para seguir latiendo. Su existencia depende de ese grado de violencia empleada contra él mismo. Lo demás es una idea políticamente correcta, o sea conservadora del flamenco que, siendo realistas, no tiene nada que ver con su práctica habitual. A partir de ahí todos somos cómplices de su agonía, de su muerte, de su destrucción y de su renacer. Eso sí, unos más que otros. 

¿La ortodoxia, como las normas, está para saltársela?

La ortodoxia es una ficción por lo tanto cuando quieres saltártela ya ha cambiado de forma o idea y resulta que tu salto no sirve para nada. Con esto quiere decir que la ortodoxia no puede ser el punto de partida de mi práctica. Soy reaccionario pero no tan empático como para otorgarle tanta relevancia o prioridad en mi vida. 

Además de a la foto de Antonio Mairena, la llave que muestras en la portada del disco remite a varias metáforas. ¿Tienes una tu favorita? ¿O para ti esa imagen tiene un significado específico?

La simbología de San Pedro es una de ellas. También poseer la llave representa ser el médium que tiene la potestad o el conocimiento que abre el cofre-tesoro del misterio flamenco, esos que guardan los muertos y sus espíritus o fantasmas. También representa el ama de llaves que confisca todo ello para conservarlo intacto. En realidad todas estas ideas ya coexisten en la llave de oro del flamenco. 

En tu trayectoria abundan las colaboraciones. En este disco aparecen Rosalía, Angélica Liddell o la bailaora y coreógrafa malagueña Rocío Molina, con quien hiciste el espectáculo “Carnación”. Con Jota, vocalista de Los Planetas, formaste parte de Fuerza Nueva y ahora los dos os habéis acercado al cine en proyectos recientes, ¿hasta qué punto eres permeable a los intereses o las influencias de otros artistas o amigos?

Todo proyecto, por muy personal que sea, siempre tiene una raíz en otros anteriores, ya sea de uno o de otras personas. De todas formas para mí eso no es lo relevante sino que me interesa más la forma de desarrollarlo, el camino y la forma que puede adoptar. En esos complejos procesos siempre me hago acompañar de gentes que me ayuden a que mi anhelo o necesidad discursiva vaya a sitios inesperados. No hay mayor virtud que la de saber acompañarse. 

¿Tendrá continuidad Fuerza Nueva o será posible otra colaboración entre ambos?

Mi colaboración con Jota es perenne ya que es un referente para mí. Otra cuestión es si esa colaboración toma nombre concreto y visibilidad mediática pero la unión, la colaboración, el flujo artístico y la complicidad personal siempre está latente entre nosotros. 

En Málaga te vemos a menudo, sueles venir a presentar tus espectáculos y también has dado charlas. ¿Qué relación mantienes con la ciudad?

Edu, Azael, Cristina, Fer, Ernesto, Pablo, Sandra, Ignacio, Susana… Las ciudades son las personas que las habitan. Cuando ellos se vayan o no hablen de ella, Málaga estará en otro lugar que no sea geográficamente dónde está ahora. 

¿Te atrae la liturgia de la comida? ¿Sigues algún ritual que tenga que ver con la gastronomía antes o después de tus actuaciones? ¿Qué suele haber en tu camerino?

Sin duda alguna el comer sigue unos patrones ritualísticos que encierran una conexión muy profunda con nuestro ser, nuestro espíritu y nuestras formas de relación con el medio. Un poco de whisky antes de cantar es siempre parte fundamental de mi ritual ya que comer y actuar no pertenece a mí mismo estado energético. Eso sí, mis viajes son aprovechados para encontrar otros espacios donde poder obtener experiencias gastronómicas que me reconfortan con el sentido de la vida y la existencia, pero el rito del comer debe tener su espacio diferenciado al del rito del cantar en un escenario, por lo menos así lo he experimentado dentro de mis necesidades ya que son experiencias tan completas que deben tener sus tiempos y espacios propios.  De ese respeto trata la concepción del rito y no tanto de aunarlos cuando sabes que aunque tengan que ver no son compatibles para su disfrute y comprensión de una manera profunda y radical. 

¿Qué significa ser radical para ti?

Ir a la raíz, a lo profundo, a aquello que te obliga a sumergirte en lo desconocido, lo que te invita a superar los prejuicios y los miedos. Un espacio de oscuridad y otro tanto de luz. 

¿En gastronomía, ¿te gusta la experimentación? ¿O te inspira más la gastronomía popular o tradicional?

No soy muy partidario de hacer diferenciaciones tan enfrentadas entre lo popular y lo experimental. Seguramente los restaurantes catalogados como más experimentales estén más cercanos desde una perspectiva amplia y heterodoxa a los restaurantes catalogados como más radicalmente tradicionales. El problema, como en todo, es entender que la tradición es la convención o lo canónico cuando las tradiciones más radicales suponen hoy día posturas incómodas para la idea de cocina tradicional o popular que a fin de cuentas lo que suponen son sencillamente una idea descafeinada e interesada de lo tradicional. Es como pensar que lo bio actualmente es lo bio tradicionalmente hablando. Es como entender que la armonía en música como lo entendemos hoy día es lo tradicionalmente aceptado cuando realmente la disonancia es lo que más se ha efectuado en las tradicionales sonoras más folclóricas o rurales. Por lo tanto animaría a que estas etiquetas si se utilizan se utilicen como hermanas y no como contrarias. Lo contrario a lo experimental es la idea de lo moderno. ¿Experimental como nueva experiencia? Sí. ¿Experimental como etiqueta de lo moderno o lo raro? No. ¿Popular como lo más aceptado por cierto colectivo? Sí. ¿Tradicional como lo más realizado? No. ¿Tradición como constante renovación? Sí. ¿Tradición como idea estática? No. Y así podríamos estar desmitificando todo tipo de términos con una botella de vino al lado.

¿Qué cosas te parecen revolucionarias hoy en día?

Por poner algunos ejemplos… La lentitud, lo indisciplinar, pensar, escuchar discos enteros, leer libros contrarios, no votar, no tener pareja ni hijos, tener una sola pareja en toda la vida, la amistad, el silencio, el ruido, creer en Dios, rezar, estudiar fuera de la institución y de la titulitis, ahorrar, pasear sin rumbo fijo, dormir sin alarma.

¿Piensas en el público? ¿Te preocupa que entienda lo que les muestras en cada actuación?

Me ocupan los públicos como parte de mi trabajo pero no me condicionan a la hora de crear mi discurso artístico. 

Y como espectador, ¿necesitas entender una obra para que te conmueva profundamente?

Por lo general no, aunque aquí entraríamos en qué entendemos por entender una obra. Si eso depende del intelecto o de un entendimiento que va más allá de ello. 

La actualidad nos está enfrentando a imágenes y situaciones muy radicales. ¿Te inspira la actualidad de alguna manera?

Me inspira la realidad y sus delirios pero no tanto la actualidad. Bien sabes que la idea de lo actual o actualidad es algo que nada tiene que ver con mi forma de entender el tiempo como algo alejado de lo lineal y  lo progresivo.

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