Padua, en el corazón del Véneto y a solo 30 kilómetros de Venecia, es una de esas ciudades italianas que sorprende al viajero por su riqueza cultural y su vitalidad universitaria. Menos conocida que sus vecinas, ofrece al visitante un viaje por la historia del arte, la ciencia y la espiritualidad, con un ambiente vibrante que mezcla estudiantes, turistas y locales en un escenario que se recorre perfectamente en dos días.
El símbolo indiscutible de la ciudad es la basílica de San Antonio, lugar de peregrinación para miles de fieles que veneran al santo franciscano. Su arquitectura gótica con cúpulas bizantinas y frescos de gran belleza la convierten en una parada obligatoria.
Otro tesoro artístico es la capilla de los Scrovegni, decorada por Giotto con un ciclo de frescos considerado una de las cumbres de la pintura medieval. Su intensidad cromática y su realismo marcaron el inicio del Renacimiento.
La plaza Prato della Valle impresiona por su tamaño —es la más grande de Italia— y su peculiar diseño con un canal central rodeado de estatuas. No hay que olvidar el Palazzo della Ragione, con su enorme salón medieval que servía de sede judicial y mercantil, y la catedral de Padua junto al baptisterio con frescos de Giusto de’ Menabuoi.
Personajes históricos y legado cultural
Padua es inseparable de su universidad, fundada en 1222 y una de las más antiguas de Europa. Allí enseñó Galileo Galilei, y allí se graduaron médicos y filósofos que marcaron la historia del pensamiento occidental. El anfiteatro anatómico del siglo XVI, el más antiguo del mundo, se puede visitar y muestra cómo se impartían las clases de medicina.
Entre las figuras ilustres también destacan Andrea Mantegna, pintor renacentista formado en la ciudad; y Francesco Petrarca, que pasó parte de su vida en las cercanías. Incluso William Shakespeare situó en Padua el escenario de La fierecilla domada.
Una ruta de 48 horas
El primer día en Padua puede comenzar con la visita a la capilla de los Scrovegni, imprescindible reservar con antelación. Después, un paseo por el centro histórico lleva al Palazzo della Ragione y al Caffè Pedrocchi, un café histórico del siglo XIX donde se reunían intelectuales y revolucionarios. Por la tarde, lo ideal es visitar la basílica de San Antonio y recorrer la zona universitaria.
El segundo día puede dedicarse a disfrutar de la Prato della Valle, con su mercado los sábados, y al Orto Botanico, el jardín botánico más antiguo del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad. Una excursión a la cercana Villa Pisani, con su laberinto de setos, completa la experiencia.
Gastronomía con sabor veneciano
La cocina de Padua recoge lo mejor de la tradición véneta. El risotto con radicchio de Treviso, la pasta bigoli al ragù de pato y la oca al horno son platos típicos. También destacan los dulces, como el focaccia veneciana y los vinos de la región de los colli euganei. Para algo más informal, en las plazas se sirven cicchetti, pequeños bocados que recuerdan a las tapas españolas, siempre acompañados de un buen spritz.
Una ciudad viva y cercana
Padua no es solo monumentos: es también una ciudad joven, universitaria y animada, con terrazas que se llenan al atardecer y mercados callejeros que conservan el pulso de la vida cotidiana. Esa combinación de historia, arte y vitalidad la convierte en un destino perfecto para una escapada de fin de semana.
En solo 48 horas, Padua ofrece al viajero una lección magistral de cultura europea, desde Giotto hasta Galileo, sin renunciar al placer de sentarse en una plaza con un café o un spritz en la mano. Una ciudad que se descubre paso a paso y que sorprende a cada esquina.