Pueblos del País Vasco junto al mar que te harán soñar estas vacaciones

El País Vasco es tierra de contrastes: montañas que casi besan el mar, cocinas que son altares de sabores y pueblos costeros que parecen sacados de un sueño. Este verano, olvida las multitudes y déjate llevar por el encanto atlántico de diez joyas junto al mar que aún conservan su alma marinera. Aquí no hay prisa, solo el rumor de las olas y el aroma a txakoli y anchoa fresca.

Hondarribia, la joya amurallada

Este pueblo fronterizo, frente a Hendaya, es un derroche de color y sabor. Su casco histórico, con casas de entramado de madera y balcones floridos, te transporta al medievo, mientras que su barrio de pescadores, La Marina, vibra de vida. Comer un pintxo de bacalao frente al puerto es casi obligatorio.

Getaria, entre ratones, parrillas y viñedos

Cuna de Juan Sebastián Elcano y de Cristóbal Balenciaga, Getaria es un pequeño milagro colgado entre el mar y la montaña. Su puerto, uno de los más pintorescos del Cantábrico, huele a sardina asada y sus calles estrechas suben y bajan como olas. Y ojo con el ratón de Getaria, ese monte en forma de roedor que se lanza al agua.

Lekeitio, el verano en su forma más vasca

Aquí, las fiestas patronales se viven con intensidad, pero también los baños de sol frente a la isla de San Nicolás, accesible a pie cuando baja la marea. Lekeitio combina el bullicio festivo con la calma de las mañanas de mar y pesca. Su faro, en lo alto de la costa, ofrece vistas que cortan la respiración.

Mundaka, la ola perfecta

Para los surfistas, Mundaka es un templo. Su famosa izquierda, considerada una de las mejores de Europa, atrae cada año a aventureros de todo el mundo. Pero incluso sin tabla, el pueblo merece la visita: calles apacibles, buen pescado y un ambiente que mezcla lo místico y lo deportivo.

Zumaia, donde la tierra escribe en piedra

Zumaia se ha hecho famosa por sus flysch, esas formaciones rocosas que parecen libros abiertos sobre el tiempo geológico. Aquí la geología es poesía. Las playas de Itzurun y Santiago son espectaculares, y el casco viejo se deja pasear entre escalinatas y miradores. Si buscas algo que asombre y calme al mismo tiempo, este es tu sitio.

Bermeo, tradición que no se rinde

Antiguo puerto ballenero, Bermeo conserva la fuerza de lo auténtico. Su puerto sigue siendo uno de los más activos de Bizkaia, y su carácter es fuerte, como su mar. Desde aquí puedes visitar la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, ese lugar mítico donde cada escalón es una promesa al horizonte.

Ea, un secreto con puente y poesía

Ea no aparece en todas las guías, y quizá por eso es tan especial. Tiene solo una calle principal, un puente de piedra y una playa pequeña pero encantadora. Su festival de poesía en julio reúne a artistas de todo el mundo. Un lugar para desaparecer del ruido.

Ondarroa, fuerza vasca entre redes

Laberinto de calles, casas altas y un puerto lleno de redes secándose al sol. Ondarroa es esencia vasca en estado puro. Aquí no se viene a posar, sino a vivir. Su gastronomía, su ría y su puente moderno de Santiago Calatrava forman una mezcla fascinante.

Pasaia, un puerto dentro del monte

Escondido en una ensenada entre montañas, Pasaia parece un decorado de novela. Se llega por mar o por una carretera serpenteante. Victor Hugo vivió aquí un tiempo y no le faltaban razones. Cada rincón del pueblo tiene algo de cuento, con barcas cruzando la ría como si el tiempo se hubiera dormido.

Orio, donde el remo es religión

Orio es un pueblo de remeros. El amarillo de sus traineras inunda el corazón de los locales. Entre colinas suaves y playas familiares, este pueblo costero sabe mezclar tradición y verano como pocos. Y su sidra, como su gente, no necesita presentaciones.

Un verano entre redes, faros y sueños

La costa vasca no grita, susurra. No se impone, enamora. Este verano, en vez de correr tras las olas, escucha lo que dicen estos pueblos. Porque a veces, soñar es tan fácil como sentarse frente al mar y dejar que todo pase. Como hacen aquí desde hace siglos.

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