Quesos franceses: un viaje sensorial al corazón del sabor

Viajar a Francia es mucho más que recorrer castillos, museos o viñedos. Es también sumergirse en una cultura gastronómica profundamente arraigada, donde el queso no es solo un alimento, sino un símbolo nacional. Con más de mil variedades, el país ofrece una experiencia sensorial única para los amantes del buen comer. Pero entre todos los quesos franceses, hay algunos que han marcado la historia, la cultura y hasta la política del país. Conocerlos y saborearlos es, sin duda, una forma deliciosa de acercarse al alma de Francia.

Camembert de normandía: el sabor de la resistencia

Nacido a finales del siglo XVIII en Normandía, el camembert es uno de los quesos más emblemáticos de Francia. Su origen se atribuye a Marie Harel, una campesina que, según la leyenda, recibió la receta de un sacerdote perseguido durante la Revolución Francesa. Con su corteza blanca y corazón cremoso, el camembert se convirtió en símbolo de la identidad rural francesa. Durante la Primera Guerra Mundial, era incluido en las raciones de los soldados franceses, lo que reforzó aún más su popularidad. Hoy, el camembert de Normandía con denominación de origen protegida (AOP) sigue elaborándose con leche cruda y técnicas tradicionales.

Roquefort: el queso de reyes y pastores

Conocido como el “rey de los quesos azules”, el roquefort tiene una historia que se remonta al menos al siglo XI. Se elabora exclusivamente con leche de oveja y madura en las cuevas de Combalou, en el sur de Francia, donde el moho Penicillium roqueforti le confiere su característico veteado azul. Fue el primer queso en recibir una denominación de origen en 1925, mucho antes de que existieran las AOP europeas. Cuentan que Carlomagno era un ferviente admirador de este queso, y hoy su intensidad sigue enamorando a quienes se atreven con sabores potentes y complejos.

Brie de meaux: el emperador de los quesos

Originario de la región de Île-de-France, el brie de Meaux fue proclamado “el rey de los quesos” durante el Congreso de Viena en 1815, cuando los diplomáticos europeos, entre tratados y banquetes, lo eligieron como el mejor queso del continente. De textura suave y sabor delicado, con notas de nuez y setas, este brie tiene una corteza enmohecida que protege un interior sedoso y untuoso. Es ideal para disfrutar solo, con pan crujiente, o acompañado de frutas frescas o confituras.

Époisses: el queso que napoleón no podía resistir

Procedente de Borgoña, el époisses es un queso de fuerte aroma y sabor persistente, que se lava con brandy de marc de Bourgogne durante su maduración, lo que le da una corteza húmeda y anaranjada. Napoleón Bonaparte era un devoto de este queso, y lo mismo podría decirse de muchos gastrónomos actuales. Aunque su olor pueda intimidar, su interior cremoso y su complejidad en boca recompensan a los paladares curiosos y audaces.

Consejos para una degustación perfecta

Si estás de viaje en Francia, la mejor forma de probar estos quesos es visitar mercados locales, fromageries artesanales o pequeños productores en zonas rurales. Acompáñalos con pan de campo, nueces, frutas secas y un buen vino de la región de origen de cada queso. Recuerda sacarlos del refrigerador al menos una hora antes de servir, para que desplieguen todo su aroma y textura.

Más que un alimento, una experiencia cultural

Probar los grandes quesos franceses no es solo un placer gastronómico: es también una forma de saborear siglos de historia, tradición y pasión por lo auténtico. Cada queso cuenta una historia, refleja un paisaje, una técnica y una comunidad. Así que si viajas a Francia, déjate llevar por el mapa del sabor y descubre por qué el queso, allí, es un asunto muy serio… y profundamente delicioso.

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