Quesos para saborear el estío

El verano no solo es tiempo de sol, terrazas y noches largas; también es la estación perfecta para redescubrir sabores que maridan con la frescura de la temporada. Entre ellos, el queso ocupa un lugar privilegiado: versátil, cercano, y capaz de transformarse en un bocado ligero o en un festín sofisticado con apenas un par de acompañamientos.

Los quesos del verano deben ser, ante todo, frescos y ligeros. El calor pide suavidad y matices delicados. La burrata, la mozzarella di bufala o un buen queso fresco artesano son aliados perfectos para ensaladas y aperitivos. También los quesos de pasta blanda como el camembert joven o el brie, que con su textura cremosa encuentran el equilibrio junto a frutas dulces y vinos blancos bien fríos.

Los más osados pueden apostar por quesos de cabra semicurados, de sabor algo más intenso, pero que combinan de maravilla con acompañamientos refrescantes. El secreto está en buscar armonías: suavidad frente a dulzor, intensidad frente a frescor.

Queso e higos, una alianza clásica

Entre los maridajes más celebrados del verano destaca el queso con higos. Este fruto, que alcanza su plenitud entre julio y septiembre, es un regalo de la naturaleza: carnoso, dulce y lleno de matices. Un trozo de queso de cabra acompañado de medio higo fresco se convierte en un bocado que aúna cremosidad y dulzor, con un toque mediterráneo inconfundible.

Los higos también se pueden asar ligeramente en el horno con un chorrito de miel y servirlos sobre una base de queso azul. El contraste entre el dulzor del fruto y la fuerza del queso resulta sorprendente y adictivo.

El crujir de las nueces

Las nueces son otro de los acompañamientos estrella. Su textura crujiente y su sabor ligeramente amargo aportan el contrapunto perfecto a quesos cremosos o semicurados. Una tabla veraniega puede incluir queso manchego joven con nueces, o bien un gorgonzola suave acompañado de este fruto seco.

Además, las nueces maridan especialmente bien con vinos generosos, como un jerez fino o un amontillado, perfectos para un aperitivo al aire libre.

La miel, toque dorado del estío

Si hay un ingrediente capaz de realzar los quesos en verano, ese es la miel. Su dulzura natural, su textura sedosa y su aroma floral aportan elegancia y frescura. Un queso curado de oveja con un hilo de miel sobre una tostada se convierte en una experiencia que despierta todos los sentidos.

Los quesos azules, como el cabrales o el stilton, encuentran en la miel su pareja ideal: juntos forman un binomio que equilibra potencia e intensidad con suavidad y dulzor. Para un toque aún más sofisticado, se puede añadir un vino blanco afrutado o incluso un espumoso bien frío.

Cómo montar una tabla veraniega

Preparar una tabla de quesos para una cena de verano es un arte sencillo. Lo primero es la variedad: incluir un queso fresco, uno de pasta blanda, un semicurado y uno azul garantiza un abanico de sabores para todos los gustos. Después, los acompañamientos: higos frescos o secos, nueces, almendras, miel, uvas o rodajas de melocotón. Finalmente, pan crujiente, regañás o tostadas para dar base a cada bocado.

La presentación también cuenta. Colocar los quesos a temperatura ambiente, con los acompañamientos distribuidos en pequeños grupos, crea una invitación irresistible a probar y combinar.

Un verano con sabor mediterráneo

El queso, lejos de ser un alimento de invierno o de sobremesas pesadas, tiene en el verano una oportunidad para brillar en todo su esplendor. Con fruta fresca, frutos secos y un toque de miel, se convierte en protagonista de aperitivos, cenas ligeras y veladas al aire libre.

Como escribió Ennio Flaiano sobre esta estación: «No hay más que una estación: el verano. Tan hermosa que las demás giran en torno a ella.» Nada mejor que honrar esa belleza que todo lo envuelve con una copa fresca, buena compañía y una tabla de quesos que recoja lo mejor de la temporada.

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