Algo tan común en verano como la sandía era consumido por los egipcios hace 5.000 años, un fruto procedente de África y conocido por los griegos en el siglo IV a.C. que es uno de los que se conocen con mayor tamaño. ¿Sabías que una sandía puede llegar a pesar más de 30 kilos? Pues sí, aunque lo normal es que no sobrepasen los 10 kilos. Este fruto tan popular durante los meses estivales procede de una planta rastrera llamada Citrullus lanatus, de la familia de las Cucurbitáceas, que incluye unas 850 especies de plantas herbáceas que producen frutos grandes y de corteza dura. Es por eso, porque no procede de un árbol, por lo que no es una fruta, sino un fruto, primo hermano de los pepinos, las calabazas y los calabacines que nos tomamos en las ensaladas.
Su color es rojo por un pigmento llamado licopeno, que es carotenoide y una fuente de antioxidantes mucho más rica que la que tiene el tomate. También tiene vitaminas B y C y es rica en ácido fólico, potasio, licopeno y fibra, por lo que, además de antioxidante, es una fruta depurativa y diurética. Así que si quieres ayudar a limpiar tu sistema digestivo y eliminar toxinas, no dudes que la sandía es un alimento obligado para ti.
Temperaturas veraniegas
Las altas temperaturas veraniegas hacen que sea una aliada perfecta para hidratarnos de una forma fresca y ligera, ya que tiene un alto contenido en agua y un aporte calórico muy bajo, de modo que es una fruta ideal que debemos incluir en nuestra dieta si queremos cuidarnos de los excesos.
Una buena sandía debe ser crujiente a la vez que tierna, de sabor moderadamente dulce y aroma delicado. ¿Y qué debemos tener en cuenta para elegir una buena sandía? Lo primero una buena relación entre el peso y el tamaño, una resonancia sólida cuando se golpea (debe sonar a hueco cuando la golpeamos con las yemas de los dedos o las palmas de las manos) y alguna tonalidad amarillo cremoso en la parte de la piel que ha estado en contacto con el suelo, lo que denotará que ha madurado al sol, y no en una cámara frigorífica. El resto de la piel debe ser verde y tiene que estar en perfecto estado, sin cicatrices ni defectos que puedan hacer que la fruta se haya deteriorado.
En cuanto a su conservación, es una fruta que suele durar sobre dos semanas o algo más, siempre manteniéndola en lugar fresco, seco y sin que le dé el sol directamente. El frío de la nevera va bien para la conservación, pero no para el sabor y aroma de la sandía, por lo que es aconsejable sacarla un rato antes de su consumo y guardarla en la parte más baja del frigorífico.
¿Y las semillas se comen? Pues también. De hecho, tienen numerosas propiedades. Son, por ejemplo, muy diuréticas y muy ricas en antioxidantes naturales. También sirven como laxante y depurativo para nuestros riñones, ya sean ingeridas sólidas o en infusión. Para los deportistas es una fuente proteica de gran valor y sus semillas son tremendamente energéticas. Mientras que 100 gramos de sandía aportan 20,3 calorías, 100 gramos de semillas suponen 555, de ahí que se puedan tomar cuando necesitamos un aporte extra de energía.