Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir, es mucho más que un destino de verano. Es un lugar donde el Atlántico se mezcla con la historia, donde las callejuelas blancas guardan el eco de expediciones legendarias y donde la vida discurre con calma frente a Doñana. Desde este rincón gaditano llegaron y partieron Colón y Magallanes en sus viajes oceánicos, y todavía hoy se percibe en sus plazas y palacios el espíritu cosmopolita de quienes hicieron del mar un camino hacia lo desconocido.
Entre el azul intenso del Mediterráneo y la elegancia francesa, se extiende una franja costera que ha inspirado a artistas, escritores y viajeros durante más de un siglo. La Costa Azul, o Riviera Francesa, no solo es sinónimo de lujo y glamour; también guarda pueblos con alma, sabor tradicional y paisajes que parecen sacados de una pintura impresionista. Este verano, si buscas algo más que playas abarrotadas, te proponemos descubrir cinco pueblos costeros que capturan la esencia de esta región única.
Èze, el nido de las águilas
Colgado en lo alto de un acantilado, entre Niza y Mónaco, el pueblo medieval de Èze ofrece una de las vistas más vertiginosas del Mediterráneo. Sus callejuelas empedradas, sus tiendas de artesanía y su jardín exótico suspendido sobre el mar convierten a Èze en un lugar perfecto para perderse. Nietzsche solía caminar desde la playa hasta la cima para ordenar sus pensamientos; hoy tú puedes hacer lo mismo y luego disfrutar de una cena frente al horizonte azul.
Cassis, la hermana pequeña de Saint-Tropez
Menos ostentosa pero igual de encantadora, Cassis es un refugio costero con alma de puerto pesquero. Situado al este de Marsella, su atmósfera relajada, su colorida arquitectura provenzal y los imponentes acantilados de las calanques cercanas la hacen ideal para
Si hay un plato que define a la ciudad, son sus famosas langostinos de Sanlúcar de Barrameda, considerados por muchos los mejores del mundo. El secreto está en la fusión de aguas dulces y saladas en la desembocadura del río, que otorga a este marisco un sabor inconfundible. A ellos se suman las tortillitas de camarones, doradas y crujientes, o los pescaítos fritos que llegan a la mesa recién sacados de la bahía. En los restaurantes del Barrio Bajo, especialmente en la Plaza del Cabildo, se sirve también la papas aliñás con melva o caballa, una ensalada humilde y sabrosa que refleja la esencia de la cocina andaluza: sencilla, fresca y con producto de primera.
La bebida de la casa: la manzanilla
Sanlúcar es sinónimo de manzanilla, un vino único dentro de las denominaciones de origen de Jerez. Criada bajo el velo de flor en las bodegas de la ciudad, la manzanilla es ligera, salina, con un carácter que recuerda a la brisa del mar. No es casual que solo aquí pueda elaborarse, pues las condiciones de humedad y viento marcan una diferencia irrepetible, inigualable.
Un paseo por las bodegas —Barbadillo, Hidalgo-La Gitana, Argüeso— permite conocer el proceso de elaboración y, de paso, degustar este vino que es patrimonio cultural y social de la ciudad.
Rincones que visitar
Sanlúcar invita a caminar sin prisa. El Barrio Alto guarda el sabor señorial, con el imponente Castillo de Santiago, donde se alojaron reyes y conquistadores. Muy cerca se encuentra el Palacio de Orleans-Borbón, rodeado de jardines románticos.
El Barrio Bajo, en cambio, es marinero y bullicioso. Allí se concentran tabernas y bares, ideales para tapear mirando al Guadalquivir.
No hay que olvidar la iglesia de Nuestra Señora de la O, joya del gótico-mudéjar, ni la visita al mercado de abastos, donde los puestos rebosan de pescado fresco, mariscos y hortalizas de la huerta sanluqueña.
Cultura y fiestas con sabor
Sanlúcar vive con intensidad sus tradiciones. Las carreras de caballos en la playa, declaradas de interés turístico internacional, son uno de los grandes espectáculos del verano. Durante dos ciclos en agosto, jinetes y caballos compiten al galope con la puesta de sol y el mar de fondo, en un ambiente festivo que congrega a miles de visitantes.
A lo largo del año, la ciudad celebra también su Feria de la Manzanilla, donde bodegas y peñas abren casetas entre sevillanas y copas de vino. Y no falta la huella flamenca: Sanlúcar es tierra de grandes guitarristas como Manolo Sanlúcar, que dio nombre universal a este rincón gaditano.
Entre el mar y Doñana
Uno de los grandes atractivos de Sanlúcar es su proximidad al Parque Nacional de Doñana. Desde el muelle de Bajo de Guía parten barcos hacia este espacio natural único en Europa, hogar de linces, ciervos y miles de aves migratorias. Frente a la inmensidad del océano y la riqueza del humedal, la ciudad se convierte en un umbral entre la cultura humana y la naturaleza salvaje.
Sanlúcar de Barrameda es historia viva, pero también presente vibrante. Sus sabores, sus vinos, sus fiestas y sus paisajes convierten a este enclave gaditano en un destino con alma. Quien llega, descubre que el abandono del reloj y la entrega al ritmo de sus calles es la mejor manera de conocerlo. Porque en Sanlúcar, como dicen los locales, lo importante no es la prisa, sino el sabor de cada momento.