Uva melonera: la gran promesa enológica

Hay talentos que llegan a triunfar, y talentos que se quedan en el camino. Vamos a hablar de una uva que, si nada cambia, provocará un auténtico terremoto en el mundo vitivinícola. 

El terruño de nuestro país está dominado por las grandes uvas nacionales: Tempranillo, Verdejo, Albariño, Macabeo, Moscatel, Tinta del País y, últimamente, también Garnacha. A este prestigioso club hay que añadir aquellas variedades francesas que se han aclimatado tan bien que puede considerárselas propias. Hablamos de la Cabernet Sauvignon, la Merlot, la Syrah, o la Sauvignon Blanc. Sin embargo, en la última década, investigadores y, por qué no decir, enólogos visionarios que tantean nuevos horizontes, están trabajando para recuperar antiguas uvas autóctonas que desaparecieron con la filoxera (finales del siglo XIX). Variedades que encierran un enorme y espectacular potencial y cuya vuelta a la vida implica un esfuerzo que no todas las empresas están dispuestas a asumir.

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Es el caso de la Uva Rayada Melonera, una rareza que se perdió y de la que, únicamente, quedaban unas pocas cepas en el Rancho de la Merced (Centro de Investigación de la Junta de Andalucía) y el Jardín Botánico de Madrid. Pero, ¿quién tomo interés por rescatarla de su largo olvido?. A principios del nuevo siglo, el equipo de conservación e investigación de la biblioteca del Castillo de Parelada, realizó un descubrimiento asombroso. El hallazgo se produjo tras inspeccionar un facsímil de la obra de Simón de Rojas, un insigne botánico de principios del siglo XIX. Se percataron de uvas andaluzas desconocidas y olvidadas. Auténticas joyas anteriores a la filoxera, casi extintas. Precisamente, la Rayada Melonera se había cultivado durante siglos en la Serranía de Ronda. Para recuperar algunas de ellas, emprendieron un proyecto titánico que consistía en desarrollar un viñedo experimental. Para ello, adquirieron 200 hectáreas de vides en Ronda de las que se reservaron 29 parcelas para revivir estas antiguas joyas. Algunos nombres nos resultan totalmente ajenos: Morisco, Platera, Quiebratinajas, Tintilla de Rota, Blasco, Corchero Tinta o Melonera. Precisamente, ésta última se convirtió en la niña mimada y dio nombre a un proyecto que fraguó en la bodega Finca La Melonera. 

La bodega lleva una década experimentando con esta uva. Y el trabajo ha sido colosal porque “hemos partido de cero”, con todos los inconvenientes que implica, nos cuenta su enóloga, Ana de Castro. El tono de su voz transmite emoción cuando habla de la Melonera. “Contamos con apenas 2.000 cepas. Eso es casi nada”. Realmente, esta vid no posee todavía autorización del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Está a la espera. Ni siquiera figura en los registros de plantas, ni a nivel estatal ni europeo. Su cultivo es posible gracias a un convenio de investigación. Estamos hablando de arqueología vitícola. De Castro lleva varios años trabajando sin descanso. La ha vinificado como vino blanco, rosado, como tinto; hasta dulce. Incluso hizo un vino de ‘velo en flor’. En todos los casos, resulta “explosiva en nariz”. “Es una pasada como huele”.

Por lo general, tiene una nariz muy marcada y original que “recuerda la fruta tropical negra”. “Se parece a la sandía”, continúa. Ella, que es de los 80’, tiene vivencias propias. “Me evoca los palotes que me daban cuando era pequeña”. De momento, solo la añaden “y en muy pequeñas dosis” a los vinos que comercializa Finca La Melonera porque necesitan saber su alcance y cómo vinificarla en condiciones normales.

Ante el tremendo aluvión de uvas foráneas, De Castro reivindica las variedades andaluzas. “Hay que defender lo nuestro y no apostar siempre por las extranjeras”. Por ahora, toda la documentación referente a la Rayada Melonera está en manos de Agricultura a la espera que dé luz verde a su cultivo, lo que permitirá elaborar vinos sin restricciones. “Sería estupendo sacar un monovarietal de Melonera. Un vino sin madera donde se expresara plenamente, en su totalidad”, asegura. Le preguntamos si en dos o tres años esto será posible. “Nos encantaría pero no los sabemos. La administración va despacio”.

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Juan Alberto Gómez
Redactor todoterreno con más de 15 años de experiencia, en el mundo de la gastronomía, el turismo y la economía. Explorador incansable de los sabores, las cocinas del mundo y los nuevos hallazgos culinarios. Siente pasión por todo lo que rodea al mundo del vino y la enología. También de los productos de temporada y kilómetro 0, lo que viene en denominarse ‘slow food’. Hace suyas unas palabras de Cicerón: “el placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación”.