El trabajo que encierra un restaurante es muy complejo, no sólo se trata de cocinar, sino de atender a los clientes con la mayor sabiduría, elegir a los proveedores adecuados, innovar para ofrecer lo mejor y otros muchos aspectos que hacen que sus propietarios tengan que estar al pie del cañón muchas horas al día. Dentro de esta complejidad es de suma importancia contar con el personal adecuado, tener siempre a una persona de confianza muy cerca con quien compartir las alegrías y también las penas, y para que esto sea así y el negocio vaya viento en popa, hay parejas que han decidido no solamente compartir la vida, sino también el trabajo dentro del sector de la restauración en Málaga.
Es un hecho muy frecuente ver a cocineros que han emprendido una aventura empresarial junto con sus mujeres, con todos los beneficios y contratiempos que esto conlleva, pero es algo que se lleva bien “si te tomas la vida con filosofía”, nos apunta José Carlos García. Él y su mujer trabajan juntos desde hace 10 años. Primero fue en El Café de París y ahora en el restaurante José Carlos García de Muelle Uno. “Es fácil ser pareja en la vida y en el trabajo si existe mucho respeto”, afirma Lourdes Luque, su mujer. Ambos pensaron hace ya una década que tener un proyecto común era una buena razón para trabajar juntos. Desde entonces, él se encarga de cocinar y ella de la atención al cliente. Y les ha ido muy bien, tanto que el establecimiento es el único que ostenta una estrella Michelin en la capital.
La conciliación de la vida laboral y familiar es el caballo de Troya de quienes, además de trabajar juntos, tienen poco tiempo, sin embargo, nada es imposible y, a pesar de que un restaurante absorbe lo absorbe todo cuando se quiere dar el tipo de oferta gastronómica que piden los clientes, Pepo Frade, propietario de Aire Gastrobar, es firme al decir que “le dedicamos todo el tiempo libre a nuestro hijo, que ya empieza a ser consciente de los sacrificios del negocio familiar”. Su mujer, María Schaller, es diseñadora gráfica y trabaja con él dirigiendo la sala y las relaciones públicas del restaurante desde que abriera hace casi seis años. “Pensamos que seríamos capaces de lograr el referente gastronómico que es Aire a día de hoy si uníamos nuestras profesiones con esfuerzo y sacrificio”, comenta.
En el caso de Abraham Garrote y de Marta Galdiano, propietarios de La Solana Restaurant, el hecho de trabajar juntos fue algo que sucedió poco a poco. Ella, ingeniera forestal de profesión, compaginaba su trabajo con ayudar a su marido en el restaurante, “hasta que sin darme cuenta estaba totalmente inmersa”. Y lo hace bien porque, según su marido, “es capaz de transmitir al cliente nuestro entusiasmo por la cocina bien hecha, de calidad y de temporada”. Desde hace tres años navegan en el mismo barco, algo que para Abraham es una tranquilidad, ya que es más sencillo delegar cuando tienes a tu lado alguien en quien confías”. Complicidad y confianza al cien por cien es lo más fácil e importante para ellos de cara a trabajar juntos en el negocio.
Precisamente, esa necesidad de confianza máxima es lo que llevó a José Andrés Jiménez y Vanessa Moreno a ser pareja en los negocios, además de serlo en la vida cotidiana, al frente de Bar Mesón Almijara. “Cuando mi madre se jubiló, decidí entrar en la cocina y pensé que la persona ideal para estar en la sala era ella”, afirma él. El tiempo le dio la razón, y después de siete años Vanessa siempre consigue que el comensal se vaya bien atendido y con una sonrisa, asegura su marido. “Trabajar juntos también implica desacuerdos en temas del negocio, pero me encanta que estemos juntos en esto”, apunta ella.