Cada segundo tomamos un sinfín de decisiones en base a la información sensorial que nos rodea. Sentimos, interiorizamos y decidimos. Así contínuamente y sin darnos cuenta.
Las sensaciones que percibimos nos hablan del pasado, del presente y del futuro. Y todo ello en cuestión de segundos.
Del sentido del que hoy me gustaría hablaros es el sentido del olfato. Un empleado full time que nos da información sobre las personas con las que nos cruzamos, los lugares por los que pasamos y los alimentos que comeremos.
Y es que el olfato nos habla en sus propios tiempos verbales. Sí, sí, como lo lees.
Nos habla de lo que pasará, lo que está pasando y lo que ha pasado. Y nosotros, tan metidos en nuestros quehaceres diarios, lo confundimos con el gusto.
¿Cuántas veces habremos pasado por una panadería convencidos de percibir un olor dulce?, ¿cuántas veces habremos afirmado que un vino sabe a frutas del bosque?
Ni lo primero ni lo segundo es, en realidad, cierto.
Un olor no es dulce, dulces son los sabores. También ácidos, amargos y salados. Ya vimos en el último número de Agro Magazine que también el umami es un sabor. Los sabores nos informan del futuro, pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión.
Imagina la siguiente situación:
Llegas a casa y antes de abrir la puerta, inhalas y percibes un rico olor a potaje. ¿Ya estás salivando?
Acabas de utilizar el sentido olfativo externo, el ortonasal, que nos da información sobre el futuro, sobre lo que vendrá. Es el que pone en marcha toda la maquinaria, preparándonos para lo que está a punto de suceder. Si el olor del alimento que percibimos es agradable, comienza la salivación. El estómago entiende que estamos a punto de comer y se pone en marcha. En caso contrario, sentimos rechazo. El sentido del olfato nos salva de posibles enfermedades e intoxicaciones.
Pero volvamos a ese delicioso potaje. Te sirves de la humeante olla (que por supuesto ya ha reposado unas horas) y empiezas a comer.
Sabe a pimentón, tiene el toque justo de ajo y la morcilla le da un reconfortante toque de canela. Son los sabores de siempre, los del hogar…
Stop.
¿No habíamos quedado en que sólo había cinco sabores? ¿De dónde salen ahora los sabores a pimentón, ajo o canela?
Es nuestro amigo, el sentido del olfato retronasal, que funciona cuando exhalamos. Él nos informa de lo que sucede ahora. Habla en presente.
En realidad, y espero que no te sientas como el día que descubriste quiénes son los Reyes Magos, todos esos “sabores” que percibes, tampoco existen. Son aromas y, para rizar más el rizo, no todos percibimos los mismos.
Puedes hacer la prueba con el cilantro fresco. Es igual de cierto que el cilantro “sabe” a jabón o a colonia como que no sabe a ninguno de estos productos de higiene.
Algunos estamos preparados genéticamente para percibir ciertos olores y sabores y otros no.
La verdad está ahí dentro.