Me gustaría tener una idea
que diese la vuelta al mundo
La puerta es una metáfora. Una manera de explicarlo. De entenderlo bien fácil. Al principio la puerta está cerrada. La de madera. La de hierro. La acorazada. La puerta grande y pequeña. Blanca. De colores. La puerta roja. Un rectángulo hermético con algo al otro lado. Éxito y fracaso. Luz y ocuridad. Ruido y silencio. Al principio, en verdad, siempre hay una puerta en cualquier momento de la vida. Hay una puerta y luego otra. Abres una y abres otra. Entras y descubres el espacio. Lo que hay tras ella. Una puerta es una oportunidad. Una manera de crecer interiormente. De ser alguien en el mundo, que avanza y nunca se para. El mundo de las oportunidades. De los retos. De los desafíos. De las pasiones. De las emociones. El mundo no que buscamos sino que encontramos. El mundo que hacemos.
Sí, cuando no había nada, cuando sólo teníamos únicamente un nombre, un puñado de ideas, unas sensaciones con las que vibrábamos en silencio, comenzamos a pegar en las puertas. Y las puertas comenzaron a abrirse, las puertas que son muy frías en invierno y arden de soledad y fuego en verano. Se abrieron poco a poco las puertas y las hicimos nuestras, de vosotros. Un mes y otro, sin descanso. Por el camino inverso al estancamiento, a la rutina, al inmovilismo. Por la puerta de delante de las cosas. Se abrieron y algunas también se cerraron, pero está en nosotros volver a abrirlas. Volver a intentarlo. ¿No es la vida eso? ¿No es acaso el éxito insistir, y volver a insitir, y creer, y volver a creer, y ganar y volver a ganar, y perder y volver a perder, y seguir, y volver a seguir?
Gracias a todos los que nos habéis abierto vuestra puerta.