Agro como metáfora
Si esto fuera solamente un periódico gratuito al uso ya hace tiempo que hubiera desaparecido. Incluso hay alguien que se alegraría. Ya sabemos que nuestra sociedad analógica-digital de hoy se levanta sobre los ecos de la antigua Roma, y Roma se asentó sobre el mito de un fratricidio.
Si esto fuera solamente una revista gratuita bien diseñada, bien distribuida, con contenidos lo suficientemente atractivos como para coleccionarse cada mes, también es bien seguro que, después de tres años, hubiera desaparecido. Una publicación de esta tipología única y principalmente se sostiene con la publicidad privada y, en contadas ocasiones, con campañas de la administración pública. Dígámoslo bien claro: un periódico o una revista solamente puede sostenerse en el tiempo con la publicidad de los sectores que maneja o en los que se especializa.
Pero hete aquí que Agro no es un periódico. Ni tampoco es una revista. Agro, esta pasión que el próximo 4 de diciembre cumplirá tres años en la provincia de Málaga y que publicará una nueva cabecera en la provincia de Granada en los primeros meses de 2019, es un artefacto que se bifurca en mil direcciones, por parafrasear a Borges. Ni todas las fórmulas juntas que cuelgan del árbol con el que ilustramos esta carta del editor darían la solución exacta a este espacio de posibilidad que se llama Agro. Porque aquí interactúan una serie de elementos y fuerzas invisibles que hacen de este proyecto un sistema complejo que muta porque mira y aprende, porque solo lo que cambia, lo que está en permanente transformación es susceptible de mantenerse en el tiempo. Estamos vivos porque mutamos.
Agro no es, ni mucho menos, un milagro. No es un objeto simple salido de un no razonamiento de esos que jalonan el pensamiento mágico. No es un producto vanguardista, ni postmoderno. Es más bien una metáfora. Ese buzo que se sumerge cada mes debajo del agua y, al salir, cuenta luego lo que ve. Las maravillas que ve y las hace vuestras. De todos. Y así nos va…