Agro Málaga 70

    La primavera tiene algo de estrenar el mundo. Deja en cada uno de nosotros algunos síntomas de bienestar que vaticinan el verano. Entre ellos ese de estar en una terraza al sol, leyendo un periódico y saboreando un vermú con un trozo de naranja. O caminar sin rumbo fijo por algunos de los campos que dan brillo a Málaga.

    Se necesita poco por el sur para tener sensaciones cercanas a eso que llaman felicidad, y que está bien lejos de ser un estado permanente. Este cielo azul y este sol de la infancia, que decía Machado, nos da una euforia efímera y un sentido a nuestro paso por la vida.

    Se necesitan, como decimos, pocos argumentos para no sentir una leve brisa ligera de serenidad cada vez que nos despertamos y somos capaces de darnos cuenta de todos los milagros que están sucediendo en este mismo instante. Eso que llamamos por aquí preocupaciones serían interpretadas como un insulto en otras latitudes. Seamos agradecidos con este determinismo geográfico y sureño. Y seamos hospitalarios. Y solidarios. Y compasivos con el otro. Compartamos este mar, este atardecer, esta poética. Y mitiguemos la queja.

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