La Costa del Sol es conocida en todo el mundo desde hace más de medio siglo por sus cuidadas playas. Desde Manilva hasta Nerja suman casi doscientos kilómetros de litoral en los que hay incluso zonas abruptas que sorprenden a muchos de los que visitan la provincia de Málaga en cualquier época del año.
Además de las pequeñas calas rocosas en localidades como Torremolinos, Mijas, Fuengirola o Málaga (Peñón del Cuervo), destacan muy especialmente los acantilados que hay en Rincón de la Victoria y Nerja.
Los primeros son conocidos como el Cantal (o Cantal Bajo). Desde allí se conecta subterráneamente con las numerosas cavidades que hay en la zona interior como la de la Victoria o la del Tesoro, entre otras. Actualmente, este promontorio calcáreo está atravesado por un túnel que fue usado por un antiguo ferrocarril. Estos acantilados, que unen a los núcleos de Rincón de la Victoria y de La Cala del Moral, se pueden recorrer por su zona elevada gracias a un sinuoso tramo de paseo marítimo.
Por otra parte, y de mayores dimensiones son los Acantilados de Maro, protegidos como paraje natural por sus valores biológicos. En una estrecha franja de 12 kilómetros y con una superficie de más de 1.800 hectáreas –incluyendo Cerro Gordo, en Almuñécar- se localizan abruptos cantales, que son, en definitiva, las estribaciones de la Sierra de Almijara. Este complejo rocoso, erosionado por los elementos naturales, no sólo cobra originales formas sino que da lugar a numerosas calas bañadas por aguas cristalinas, que permiten ver con nitidez el fondo.
Maro-Cerro Gordo
Junto a su valor geológico, el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo se caracteriza por su biodiversidad marina. En total, hay una decena de calas de gran belleza, tanto si se observan desde lo alto de la carretera como si se toma el sol sobre sus orillas. Desde la aldea de Maro hasta Cerro Gordo, en el límite con la provincia de Granada, hay media docena de calas que se pueden visitar en cualquier época del año, si bien hay que tener en cuenta que la mayoría tienen el acceso restringido en vehículo privado. Existe un transporte que en verano frecuentemente hace el recorrido desde una zona habilitada para aparcamiento hasta la arena de la playa.
Siguiendo por la antigua nacional 340, se llega desde la aldea de Maro, donde podemos ver las primeras y solitarias calas de aguas limpias y los estratégicos emplazamientos de almenaras tanto cristianas como musulmanas, como la Torre de Maro, la Torre del Río o la Torre de la Miel.
Desde los caminos que discurren por esta franja litoral se accede con mayor o menor dificultad, dependiendo de la zona, a las numerosas calas y playas poco transitadas. Entre las calas que se pueden visitar con mayor facilidad, destaca la del Cañuelo.
La riqueza de fauna y flora se puede apreciar a veces a simple vista en sus cristalinas aguas. También son muchos los que van equipados con algunas gafas de buceo para poder apreciar sus coloridos habitantes de una forma más nítida. Otra opción es iniciarse en el submarinismo. No en vano, en la zona operan distintas empresas especializadas que ofrecen desde ‘bautizos’ hasta rutas para ya iniciados. De esa forma, se pueden ver numerosas grutas submarinas, como las cuevas de los Genoveses o de la Cajilla.
Hay una gran variedad de crustáceos, moluscos y peces, como la morena o el congrio. La denominación de paraje patural penetra una milla en el mar de Alborán. En aquella zona, a más de doscientos metros, se encuentran especies como el mero, la dorada o la tortuga boba. En la zona terrestre también hay importantes especies botánicas como el lentisco, el escaso enebro, el palmito, los acebuches, el boj balear o el algarrobo.