Muy pocos municipios pueden disfrutar de los encantos paisajísticos que proporcionan elementos naturales como la montaña o el mar. En la provincia de Málaga, Casares es uno de estos privilegiados, ya que se localiza en las estribaciones de las sierras Bermeja y Crestellina, al sudeste del Valle del Genal, pero al mismo tiempo su territorio está bañado por el Mediterráneo. Esta peculiaridad convierte al pueblo en una de los mejores lugares para visitar en Andalucía.
Casares cuenta también con otros atractivos, como el cultural. Ell principal enclave del casco urbano es el conjunto que forman el castillo y su parroquia de la Encarnación, así como la casa natal de Blas Infante, el padre de la patria andaluza.
Conocido como el ‘pueblo colgante’ por la singular distribución de sus casas, Casares es ya de por sí un verdadero reclamo para quienes buscan el tipismo andaluz en los destinos rurales. Sin embargo, esta localidad, situada en el extremo occidental de la provincia de Málaga, ofrece mucho más: Espacios protegidos como el paraje natural de Sierra Crestellina, vestigios romanos como Acinipo, un castillo medieval o el legado de Blas Infante son sólo algunos de sus atractivos más conocidos. Entre ellos no deben faltar tampoco los Baños de la Hedionda, la Torre de la Sal o los quesos artesanales de Sierra Crestellina.
Pasear por el casco urbano, a pesar de sus empinadas calles, es ya todo un deleite. No en vano, Casares está declarado desde 1978 como Conjunto Histórico Artístico. Coronando toda la amalgama de casas blancas, se encuentra el castillo árabe de la villa, que conserva muy bien algunas de sus estructuras y tiene inmejorables vistas al Campo de Gibraltar. Dentro de este recinto se encuentran la primitiva iglesia de la Encarnación, del siglo XIV, en la que aún se vislumbran rasgos mudéjares. Fue restaurada en la pasada década y actualmente es el centro cultural de Casares.
Desde finales de 2017, el pueblo cuenta con un aliciente más: conocer su singular casco urbano a vista de pájaro. Esto es posible gracias a la instalación de una vertiginosa tirolina.
En la plaza principal se encuentra otro símbolo de Casares, la fuente de Carlos III, construida en 1785 bajo el mandato del monarca. Sus cuatro caños manan agua fresca de la sierra durante todo el año. Tampoco hay que olvidar al personaje más emblemático que nació en el pueblo, Blas Infante, padre de la ‘patria andaluza’. Además de un monumento que le rinde homenaje, también se puede visitar su casa natal.
El casco urbano está situado en las estribaciones de la majestuosa sierra de Crestellina, declarada como paraje natural por su singular geología y su valor faunístico, como lo demuestra la amplia colonia de buitres leonados que a menudo se dejan ver por la zona. A los pies de la sierra, junto a la carretera, se puede visitar la quesería que lleva el nombre de este enclave, donde se elabora tradicionalmente queso de cabra payoya, autóctona de esta zona serrana. En esta zona se pueden realizar varias rutas senderistas, como la que une el puerto de las Viñas con el refugio de Sierra Crestellina.
La localidad también cuenta con parte de otros espacios protegidos, como una porción del paraje natural de los Reales de Sierra Bermeja o el Monte del Duque, un bosque de encinas, quejigos y alcornoques que es lugar de interés comunitario por su valiosa arboleda.
La sierra de la Utrera, situada al sudoeste de Casares, muy cerca del pueblo de Manilva, es un conjunto kárstico, que recuerda al Torcal de Antequera. Al igual que en Sierra Crestellina, las rocas son de origen calizo, aunque en este caso provienen del Jurásico. Así, la erosión del viento y la lluvia ha moldeado curiosas formas en esta zona pétrea, también conocida como El Castillón. Este karst, que cuenta con 500 hectáreas de superficie, es el más meridional de toda Europa. Dentro de esta cordillera, los lugares más interesantes son los tres canutos o valles de paredes verticales, que fragmentan el conjunto rocoso. A los pies de esta sierra se pueden ver los Baños de la Hedionda, donde manan aguas sulfurosas. Este pequeño balneario, de acceso libre y gratuito, ha sido usado por distintas culturas. De hecho, hay constancia de que fueron restaurados por los árabes y se hicieron remodelaciones entre los siglos XVIII y XX. Se encuentran junto al cauce del río Manilva, que es cruzado por un puente-acueducto construido en el siglo XVI y restaurado en el XVIII.
Aunque apenas tiene dos kilómetros de longitud, Casares cuenta con su propia franja litoral. Se trata de una playa relativamente tranquila y bien equipada para el disfrute de la época estival. Allí se puede ver una de las atalayas más llamativas de este recorrido, la Torre de la Sal, también llamada como la del Salto de la Mora. Su forma cuadrada, atípica en este tipo de construcciones, y sus dimensiones delatan que no fue usada como una mera torre de vigilancia. El origen de su construcción se remonta a la época nazarí, pero no se finalizó hasta el XVI. En ese siglo se la menciona como el «castillo» del Duque de Arcos, del que se sabe que construyó cerca de allí unas salinas, lo que justificaría el nombre de la torre.
Cómo llegar, dónde cómer y dónde hospedarse
Para llegar al pueblo de Casares hay que tomar la A-7 (también se puede por la AP-7) hasta pasar la salida de Estepona. En este punto existe la posibilidad de tomar la carretera local Ma-8300 que conduce directamente al pueblo. Otra posibilidad es la de seguir por la costa hasta la playa de Casares, desde donde parte otra ramal de la misma carretera local.
Tanto en la carretera por la que se accede al pueblo desde la costa como en el propio casco urbano se pueden encontrar restaurantes y ventas tradicionales, donde no faltan los platos de hoy y de siempre. A ellos hay que añadir los chiringuitos que abren sus puertas en la temporada alta. Entre ellos, se encuentra La Sal, que desde hace dos años ofrece un aspecto renovado sin renunciar a la cocina marinera más tradicional. No muy lejos de allí se encuentra el restaurante Kabuki Raw, que consiguió el pasado año su primera Estrella Michelín.
Al igual que ocurre con la restauración, existen muy diversas opciones para alojarse en Casares. En el pueblo, además de casas rurales, hay un coqueto hotel que lleva el nombre de la villa. También hay opciones más lujosas como la de Finca Cortesin o apartamentos en primera línea de playa.