Más allá de la Costa del Sol y del litoral de la comarca de la Axarquía, hay una Málaga por conocer o por redescubrir en el caso de quienes ya presumen de haber visitado muchos de sus rincones. En el interior, hay pueblos que se han puesto en valor o han mejorado su oferta turística incluso en la época que, a priori, parece más idónea para disfrutar sólo de las playas y de los paseos marítimos.
■ Ardales. Algo pasa con este municipio, porque cada vez se habla más de él por sus atractivos. Ni siquiera su Caminito del Rey, que comparte en su recta final con Álora, puede eclipsar a las otras perlas naturales e históricas que aguardan en su territorio. El propio paraje natural del Desfiladero de los Gaitanes es una de las gargantas más trepidantes y vertiginosas de Andalucía. A ello hay que añadir dos valiosas fortalezas árabes, la del Turón y la de la Peña, y lo que se puede ver a día de hoy de Bobastro, el que fue el cuartel general del rebelde Omar Ben Hafsún, quien desde allí desafió a los todopoderosos Omeyas en el antiguo Al-Ándalus. La perla que remata este recorrido por este municipio es su Cueva de Ardales, una cavidad que sorprende por sus hallazgos de pinturas rupestres.
■ Canillas de Aceituno. Este pueblo de la Alta Axarquía es conocido especialmente en los últimos meses por contar con el vertiginoso puente del Saltillo, en uno de los tramos más espectaculares de la Gran Senda de Málaga. Pero, hay mucho más por hacer y por recorrer. Desde una subida nocturna a la cumbre de La Maroma aprovechando la luz de la luna en verano hasta degustar un sabroso chivo lechal al horno de leña en sus restaurantes más conocidos, La Sociedad y el Bodegón de Juan María. A ello hay que unir una visita por su casco antiguo, donde se puede ver desde la Casa de los Diezmos, a las cuidadas calles llenas de flores y macetas.
■ Cortes de la Frontera. Tremenda es la agenda cultural de este pueblo situado en uno de los extremos occidentales de la provincia de Málaga. Hoy esta localidad es un destino que invita a pasear por sus calles. Por ellas no sólo se podrán ver insólitas construcciones, como su antigua plaza de toros, su ayuntamiento dieciochesco o la capilla de Valdenebros, sino también los muchos versos de poetas muy reconocidos que se pueden leer en sus calles. Fuera del núcleo urbano aguardan lugares muy especiales, como la Casa de Piedra, las Buitreras del Guadiaro o el parque natural de Los Alcornocales.
■ Alfarnate. Por muchos motivos el municipio más elevado de Málaga es también uno de los ‘Pueblos Mágicos’ de España. Su paisaje sorprende por su entorno calizo y por espacios botánicos de tanto interés como el Bosque de las Morillas. A ello hay que añadir la altiplanicie donde se asienta el casco urbano. La iglesia de Santa Ana y la ermita de la Virgen de Monsalud son dos de sus edificaciones más sobresalientes. A ellas hay que añadir, por supuesto, el edificio que alberga la casa consistorial y fuera del núcleo la célebre Venta de Alfarnate, antigua posada que hoy ofrece una cocina muy tradicional.
■ Genalguacil. Este pueblo hace años que no entiende de modas y tendencias, porque lleva más de dos décadas apostando por ser un auténtico museo al aire libre. Esculturas, murales y otras creaciones artísticas forman parte del paisaje urbano de esta villa que mira con sosiego a la zona más frondosa del Valle del Genal. Basta dar un paseo por sus calles para entender los motivos por los que ha hechizado a tantos viajeros en los últimos años. Cuenta, además, con una gastronomía tradicional, en la que brilla con fuerza su salmorejo de carne o de la matanza, un plato sencillo, pero sorprendente.
■ Benarrabá. Las nuevas tecnologías son las aliadas perfectas para la vida rural. Lo saben bien en esta villa de la Serranía de Ronda, situada justo en frente de Genalguacil. Hoy su buena conexión a Internet lo ha convertido no sólo en un buen destino para pasar unas vacaciones en un lugar recóndito sin renunciar a la red de redes sino también para irse a vivir porque es posible teletrabajar. A ello hay que añadir los atractivos propios de una localidad con pasado andalusí que también mira al Bajo Genal. Con un entorno compuesto por castaños, encinas, alcornoques y pinos, el pueblo invita también a pasear por sus recoletas y coloridas calles. Allí también se puede encontrar el salmorejo de carne, un plato que hoy se sigue haciendo igual después de muchos años.