Hace ya dos décadas, en el Paseo Marítimo de Rincón de la Victoria, abría un local que estaba llamado a ser un lugar clave en el ocio y la gastronomía de esta localidad de la Costa del Sol Oriental. Estamos hablando de Mulse, cuya propietario es Juan José Rivas. Un malagueño que nunca imaginó que su idea de convertir una antigua vivienda familiar en un local de hostelería fuese a arraigar del modo que lo ha hecho, tanto como para aguantar 20 años (y tres crisis por el camino).
“No tenía grandes pretensiones. Originalmente solo teníamos abierta la parte de abajo, y poco a poco fueron llegando las mejoras y abrimos la parte de arriba”, explica Rivas, que tenía 26 años cuando el negocio abrió sus puertas. En aquel momento trabajaba como directivo de una empresa y aprovechando sus estudios en publicidad, marketing y dirección decidió liarse la manta a la cabeza junto a sus hermanos Manuel y Harald, si bien, en la actualidad, él es el único que está al frente del Mulse.
Arrancó como un bar de copas de Calsberg, donde se abrió la puerta a los conciertos. En 2005 se dio un paso más adelante y se abrió el restaurante en la segunda planta, que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. Quien lo visitase entonces se encontrará con una experiencia completamente diferente en la actualidad, y esto se debe a los numerosos cambios que van haciéndose, probando cosas nuevas y descartando lo que no tiene salida.
“Con el restaurante hacemos justo lo que no se debe hacer, pero nos funciona. Y es que tenemos un poco de todo, y vamos cambiando muchísimo la carta. El ceviche funcionaba muy bien, por ejemplo, pero lo hemos quitado. Nuestras croquetas caseras van variando todas las semanas, igual que los postres. Nos hemos abierto a las hamburguesas gourmet, cosa que en otro tiempo no habría sido así. Y cuando llega el invierno, te diría que la mitad de los platos son fuera de carta”, explica Rivas sobre la oferta gastronómica de Mulse. Eso provoca que haya algún cliente que se queje porque venía buscando una propuesta que ya no está, pero otros se alegran al probar y descubrir nuevos sabores. “A veces, las críticas positivas y las negativas son la misma. Que hemos cambiado, que ya no es lo que era, pero esa evolución natural es la que nos permite seguir al pie del cañón”, nos dice Juan José.
Aunque no tiene un gran aforo, Mulse se ha convertido en un pequeño oasis para gente que quiere hacer eventos íntimos, como bodas o cumpleaños de hasta 70 comensales. Fue algo que surgió de forma espontánea, pero que terminó cuajando. Hay que destacar que, por su ubicación, Mulse tiene un marco incomparable, con vistas que ya querrían para sí otros negocios de hostelería.
De la clientela, Juan José Rivas destaca cómo una parte muy importante de la misma no está formada por vecinos y gente del pueblo, sino por personas que vienen de fuera. De hecho, asegura que los días más flojos son aquellos en los que en Málaga centro hay algún evento excepcional. “Nuestros clientes son los que nos definen. Yo creo que otro sitio donde la gente sea más tranquila, más amable, más simpática. A veces, hasta nos cerramos a darle cabida a otro tipo de clientes, porque no me importa el dinero que tengan o la película que me quieran vender”, mantiene.
Mulse y el ocio
En Mulse, el ocio tiene un peso muy importante, y cuenta con una amplia tradición de conciertos, hasta el punto de que se programaban viernes y sábado. En la actualidad, uno de sus principales atractivos es el trivial, que organiza el actor rinconero Bosco Vida, y que da muchas satisfacciones a la clientela.
La pandemia fue dura para Mulse. Las restricciones provocaron que tuvieran que dejar a un lado los conciertos, adaptando los horarios y haciendo modificaciones que paliaran el tirón que tenían en el ocio nocturno. Pero, mirando la futuro, las expectativas son muy buenas. El pasado 14 de julio pudieron celebrar su 20 aniversario, una fecha que no todos los negocios de hostelería alcanzan, y que se festejó con una reunión de trabajadores, familiares y clientes, algunos ya de segunda generación, es decir, hijos de los clientes de siempre. Se hizo algunos recuerdos, como camisetas, y quedó una bonita jornada para la posteridad.
Este verano, aunque hay más libertades por la pandemia, han aparecido nuevos problemas como un incremento en los precios de prácticamente todos los productos. Eso conlleva un trabajo extra al tener que hacer una mayor comparativa con los proveedores, o hacer algunos ajustes en la plantilla, reestructurando el negocio sobre la marcha. “Podría decirse que es el verano con menos beneficio de nuestra historia, aunque la facturación no haya variado tanto”, indican en ese sentido.
¿Durará Mulse otros 20 años? El tiempo lo dirá. Pero una vez las restricciones a la restauración y al ocio se han levantado, el futuro aparece lleno de luz, “siempre que nos dejen trabajar. Y es que, tras todo lo vivido, hemos recuperado una ilusión como del que abre sus puertas por primera vez”, finaliza.