“CUANDO ESCULPÍ AL CENACHERO, PENSÉ QUE TENÍA QUE REPRESENTAR AL MALAGUEÑO AUTÉNTICO”
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Es el padre de El Cenachero de Málaga, un auténtico icono de la ciudad y las costumbres malagueñas de antaño. El borriquito Platero y El Biznaguero, otras dos esculturas muy queridas a la ciudad, también son obras suyas. Jaime Pimentel ha dejado su impronta artística por medio mundo. A sus 84 años, sigue creando “con la misma pasión” que cuando empezó siendo un joven inquieto que se trasladó a Noruega. Este año inaugurará su última escultura, dedicada a los hermanos Gálvez.
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Estudio Ingeniería Industrial y piano, pero ha vivido de la escultura. ¿Cómo acaba un ingeniero siendo escultor?
Empecé a hacer dibujos a los tres años, esa inquietud la tuve desde pequeño. Estudié Ingeniería porque mi padre tenía industrias y como único hijo varón tenía que hacerme cargo de las empresas. Mi familia tenía un amigo que era embajador en París y era mecenas. Él veía mis dibujos de chicas desnudas y habló con mi padre seriamente. Le dijo: “Miguel, usted está haciendo el peor ingeniero del mundo en lugar de probar a ver si puede ser el mejor escultor de su pueblo y, además, feliz”. Entonces le pidió que me dejara ir un año con él y mi padre accedió y me fui a Noruega. Allí me buscó trabajo con un arquitecto, para quien yo hacía dibujos de interiores. Después estuve trabajando con otro arquitecto. Conocí a muchas personas gracias al embajador y estuve formándome en técnica de la escultura con una escultora muy famosa. Pasé más de dos años allí y cuando el embajador se fue para Madrid, dejé Noruega para preparar mi primera exposición en el año 60 con su ayuda. Aún no tenía estilo, pero tenía muchas ganas y mucha pasión. Había esculturas de todo tipo, una de ellas eran siete gaviotas volando, y el alcalde de Madrid me pidió que las hiciera para El Retiro. Me quedé viviendo en la capital de España.
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¿Cuántas obras ha hecho a lo largo de su dilatada carrera?
La verdad que no lo sé. Nunca he parado de trabajar. Aún sigo trabajando. Estoy jubilado y ya no puedo vender, pero sigo trabajando y dono las obras o las regalo. En Málaga se va a inaugurar este año una de mis esculturas de los hermanos Gálvez.
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¿Usted ha visto mucho mundo gracias a su trabajo, ¿con qué lugar se queda?
Me marcó mucho Japón. El arte allí es síntesis. Son exquisitos para el arte. El Japón moderno no va conmigo, ni me gusta para vivir, pero conocí la parte más rural y me encantó. También el espíritu de los japoneses, con esa cortesía.
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¿Y de Málaga tiene alguno especial?
Almayate, sin duda. La casa en la que vivo la he fabricado yo, tengo mi taller aquí.
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Una de sus esculturas más famosas representa a un cenachero. ¿Quién le hizo este encargo y por qué?
García Grana, el alcalde que había en esa época en Málaga, me pidió un trofeo para que el Ayuntamiento se lo regalara a personalidades que venían a la ciudad. Lo hice pensando en Diego, un cenachero que pasaba por Carreterías todas las mañanas, que era donde vivía con mi familia. Nunca lo vi, pero oía por el patio a las chicas del servicio del barrio avisarse cuando venía Diego. Se notaba que tenía mucho carisma, por eso yo quería que ese cenachero tuviera carisma y simbolizara a todos los cenacheros de Málaga, que representara al malagueño auténtico. El trofeo tuvo mucho éxito, y el alcalde me pidió que lo hiciera a un tamaño mayor para ponerlo en la calle. Para ese usé de modelo a un chico de Almayate.
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El cenachero se ha convertido en un icono malagueño, incluso hay réplica en EEUU. ¿Alguna vez pensó que esta escultura se convertiría en un símbolo de Málaga?
Jamás porque ese fue mi primer encargo de un tamaño mayor al natural, y en esta tierra tenemos bastante guasa. Temía que le pudieran poner algún sambenito, sin embargo, en la inauguración en la Plaza de la Marina la multitud aplaudió muchísimo cuando descubrieron la escultura.
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Sigue creando y trabajando. ¿En qué trabaja en la actualidad?
Estoy esperando a que me comuniquen la fecha de inauguración de la escultura de los Gálvez. Hace poco he estado en Madrid en la fundición por este trabajo. Esta escultura se va a poner junto a la fuente de la estación María Zambrano.
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