El Pimpi es uno de los templos gastronómicos con más nombre de Málaga. Un lugar con historia en el que el amor por el producto y la calidad les han llevado a ser uno de los emblemas de la ciudad. No hay personaje famoso que pise Málaga que no haya pasado a firmar uno de los cientos de barriles que coronan sus salones adornados con un aire andaluz inconfundible. Entre ellos, una firma pendiente, la del Papa Francisco. Al frente del buque, Pepe Cobos, uno de sus fundadores, que como buen capitán conoce perfectamente el rumbo de su nave: ofrecer la excelencia a cada cliente apostando por el producto malagueño.
¿El Pimpi es una filosofía?
Sí, es una filosofía que consiste en amor, fe, respeto, solidaridad, hermandad, compartir, transmitir, difundir y esperanza. Todo eso es una filosofía porque si no tenemos amor por el trabajo que hacemos, entonces qué hacemos aquí. Si no tenemos fe en que lo que estamos haciendo, más vale que lo dejes también. Y si no tenemos respeto por todo lo que nos rodea, igual.
¿Qué ha aportado el establecimiento a la ciudad en todos estos años?
Yo digo que si El Pimpi no existiera, habría que inventarlo. Lo que ha aportado es ir de la mano de Málaga, siempre al compás de Málaga y al compás de los malagueños. Málaga no es la misma de hace 20 años. Se ha puesto al día en calidad, una calidad que se sirve en la mesa, pero una calidad que empieza en el campo. Para tener esa calidad, El Pimpi ha aportado convenios con ganaderos, agricultores y transformadores. Colaboramos con los agricultores para hacer que la agricultura sea una actividad sostenible. En definitiva, El Pimpi ha aportado la apuesta por el producto de Málaga y el éxito ha sido esa apuesta por el producto más cercano. El futuro de la hostelería y la restauración pasa por que los restauradores y los hosteleros hablemos con el agricultor para decirle qué productos necesitamos para nuestros establecimientos. Lo que nosotros hacemos con todo esto es sembrar ilusiones para los agricultores y para los hosteleros, porque los que vienen de fuera vienen a buscar nuestros productos, el producto más cercano, al igual que nuestros vinos, nuestros quesos y nuestro jamón.
¿Cómo definiría el concepto gastronómico de El Pimpi?
Auténtico. Sin plástico, libre de veneno. La materia prima que traemos de la huerta es auténtica, ecológica, con excelencia de sabor. La gastronomía es, en parte, lo que vienen a buscar quienes nos visitan y debe hacerse con cariño, con profesionalidad. Yo llamaría a la gastronomía de El Pimpi gastronomía popular, sabiendo que la gastronomía popular no está reñida con la calidad, sino que se puede tener gastronomía popular y de calidad. Los hosteleros debemos apostar por la recuperación de los sabores, no solo los de nuestra niñez, sino los sabores genéticos, los de nuestros antepasados. Tenemos que saber que el cliente no es solo un cliente, sino que hay que ofrecerle siempre lo mejor.
¿Cuántos personajes famosos han pasado a firmar en sus barriles?
Yo creo que todos los que han pasado por Málaga. Hay miles y, posiblemente, cientos de miles de famosos.
¿Y hay alguno del que le gustaría ver su firma que aún no haya pasado por aquí?
El Papa Francisco. Le vamos a hacer una petición para que venga a España, para que venga a Málaga. Si se diera el caso de que visitase Málaga, un barril estaría dispuesto para él por si quisiera firmarlo. Para mí sería lo más grande.
El edificio data de 1800. ¿Qué contarían estos muros si pudiesen hablar?
El Pimpi fue una villa romana. Hay vestigios romanos dentro de este establecimiento. Posteriormente, los condes de Buenavista usaron una parte como caballerizas y otra parte como casa de los mozos. Después fue convento de clausura y más tarde la primera sala de fiestas de la Costa del Sol, así que imagínese lo que pueden contar estos muros. El Pimpi y sus alrededores se han quedado impregnados de todas esas culturas y filosofías, por eso sus muros hablan de todo lo que ha pasado por ellos. Solamente hay que tener un poco de sensibilidad para darse cuenta. Cualquiera que venga a y esté unas horas dentro se dará cuenta que salir al exterior es un choque, un cambio de espacio y de tiempo. Esa es la magia que encierran los muros de El Pimpi.
Antonio Gala dijo: “Si me pierdo en Málaga, en El Pimpi me encontrarán”. ¿Qué le diría a quien aún no ha visitado este lugar?
Le diría que no se lo perdiera, porque si se lo pierde se estaría perdiendo conocer algo único en el mundo. Nosotros tenemos un eslogan: “El encanto de un lugar único”. A El Pimpi se lo han querido llevar a otros países y hemos dicho que no, porque hay cosas que no tienen precio y que no están en venta. El Pimpi no se franquicia, no se puede franquiciar la magia. Sería otro Pimpi en cualquier otro sitio. Quien quiera venir a El Pimpi tiene que venir a Málaga, a calle Alcazabilla.
¿Cuáles son los retos para el futuro?
El reto es blindar la calidad y aumentarla. Los clientes que vienen a El Pimpi cada día está más preparado y es más exigente, por eso nosotros tenemos que subir el listón todos los días para poder atender esas exigencias de nuestros clientes. Las cosas tienen que ser auténticas, y apostamos por la calidad. No quiere decir que seamos los mejores, pero sí que lo intentamos cada día. Cada referencia que tenemos la cuidamos al límite desde el campo. Y otro de nuestros principales retos es participar junto con el Grupo de Desarrollo Rural del Guadalhorce en la petición a la Junta de Andalucía de un parque agrario en el que se incluya una escuela de agricultura. La formación del agricultor debe estar reconocida.