Chin Chin Puerto. De la mar a la mesa

El lenguaje del mar. Ese es el idioma que hablan en Chin Chin, un restaurante ubicado en el puerto de Caleta de Vélez, donde la familia Martín – Villalobos y su equipo hacen de anfitriones a todo aquel que quiera dejarse seducir por el buen producto. Porque eso es lo que dan de comer en este restaurante, producto, producto y producto.

Sin grandes alteraciones, sin muchas complicaciones. Sólo la mejor materia prima de la mar traída directamente desde la lonja que, a veces, combinan con otros productos locales con los que hacen magia y enamoran las bocas de buen come

El día a día en el restaurante ya dice mucho de la forma de trabajar del equipo de Chin Chin Puerto. En la cocina Lourdes Villalobos, copro-pietaria, y Belén Abad. En la sala María Martín y Marcos Fernández, quien se encarga a su vez de visitar diariamente las lonjas de Caleta y Motril para seleccionar el mejor producto desde la primera línea.

Todos hacen la unión perfecta para que el restaurante sea lo que es, un templo del producto que, además de dar muy bien de comer, pone a disposición de sus clientes y de quien lo desee el catamarán Zostera para nave-gar por las calas de la Axarquía.

Aquí el timón lo lleva Sebastián Martín, marido de Lourdes y copropietario del negocio.

Todos al unísono forman una orquesta que hace vibrar a quienes visitan el restaurante y se dejan llevar por lo que la mar trae al plato, literalmente, porque si hay algo que distingue a este restaurante es que la carta cambia todos los días, por eso para comer buen pescado hay que guiarse por lo que muestra la vitrina.

Quisquillas, cigalas, chopitos, dorada salvaje, lenguado, pargo… Quizás estén mañana, quizás no. Lo que es seguro es que siempre disponen del pescado más fresco, y eso lo garantiza el montaje que ha-cen de la vitrina.

Esta operación la realizan nada más y nada menos que dos veces al día, una por servicio, usando para el pescado agua de mar filtrada, con lo cual el producto guarda todo su esplendor desde la captura, y hielo.

Esta cocina de producto donde se pone en la mesa lo que da la lonja permite que la cocina de Chin Chin pueda brindarse a la improvisación. Un juego creativo que da platos tan especiales como sus quisquillas maceradas en lima con ajoblanco templado. Aquí el comensal es el que elige cuántas quisquillas quiere en su plato.

Estas son colocadas junto con sus huevas azules, y ya en mesa el servicio se completa con una cre-ma templada de ajoblanco y un concentrado de su cabeza, para no dejar lo mejor de la quisquilla fuera del plato.

Una explosión de salinidad y dulzor en la que sólo hay producto y que no siempre está en carta por aquello de que el mar nos da lo que tiene.

Ensaladilla de pimientos

La ensaladilla de pimientos es otro de sus grandes platos. Es su propia versión de esos platos que en Málaga se comen a “puñaitos”. Aquí la composición es sencilla y de grandes sabores, una base de ensaladilla de pimientos rodeada de gambas cristal coronada por un huevo frito con sal de carbón.

Y para seguir subiendo el listón, hay que tomar unos calamaritos fritos. Totalmente limpios, llenos de sabor y sabrosos. Sólo producto, la máxima de la casa. En esta misma línea está su concha fina con caviar. Perfectamente lim-pia, no toca el agua dulce en ningún momento, sólo agua de mar filtrada.

En esta propuesta el umami del caviar contrasta con la salinidad y potencia del sabor de la concha, dándole a este bivalvo todo su valor gastronómico.

Chin Chin Puerto también ofrece entre sus platos croquetas caseras de merluza o chopitos, delicias de raya, pastel de salmonete o minibuguer de atún, así como ensaladas variadas. Todos los platos tienen el mismo denominador común: máximo respeto al producto para que los clientes coman lo que han pedido, sin florituras.

Platos llenos de sentido y honestidad donde todo lo que está tiene una razón de ser. En definitiva, el placer de lo sencillo, una forma de vida pegada al mar que han sabido llevar a la mesa con maestría y cariño.

Además, tienen una carta de vinos represen-tativa de varias denominaciones de origen, haciendo especial hincapié en los que se elaboran en Málaga, entre los que se encuentran Jarel, Lagar de Cabrera, Ariyanas, y Señorío de Broches, entre otros.

Y como todo almuerzo debe terminar bien, tienen una carta de postres caseros con los que completan la experiencia.

Suelen tener entre ocho y diez y siempre hay opciones sin lactosa y sin gluten, como es el caso de su leche frita apta para celíacos, que acompañan con una crema inglesa anisada y chantilly de canela. Un postre que nació para un invierno y lleva tres años en carta. Por algo será.

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