Benahavís, el pueblo que no necesita playas

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El territorio de Benahavís está enclavado en la comarca de la Costa del Sol Occdiental -su término municipal se queda a medio kilómetro del mar-. Sin embargo, sus paisajes parecen más propios de zonas montañosas. No en vano, Benahavís puede presumir de un entorno natural que lo diferencia de otros destinos residenciales y de ocio. Así, su territorio está ubicado las estribaciones de la Serranía de Ronda y de Sierra Bermeja. De hecho, dos terceras partes de su término municipal están calificadas como Complejo Serrano de Interés Ambiental. Además, cuenta con enclaves únicos en la provincia de Málaga, como las Angosturas del río Guadalmina, un cañón muy frecuentado por los aficionados a los deportes de aventura.

Benahavís es un pueblo que ha sabido renovar su aspecto sin renunciar al espíritu de los pueblos blancos andaluces. Así, en su casco urbano se combinan calles estrechas y plazas amplias con generosos jardines. Las fachadas impolutas están salpicadas por el colorido de macetas que adornan muchas de sus ventanas y balcones. En su interior también sorprenden algunos rincones muy singulares, donde se nota la presencia cada vez más abundante de residentes extranjeros, que encuentran en esta perla blanca un lugar idóneo para vivir.

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Entre los espacios más interesantes dentro del pueblo, sobresalen la plaza del Castillo y la calle Huerta de Fernando, desde donde hay un verdadero mirador natural del entorno serrano. Su iglesia, la parroquia de la Virgen del Rosario, fue levantada en 2005 sobre un antiguo templo del XVIII, que era demasiado pequeño para la población.

El edificio más antiguo del casco urbano de Benahavís es un antiguo palacio construido en el siglo XVI, que destaca tanto por su esbeltez como por su fachada de piedra entre la blancura de las casas del pueblo. Se trata de un edificio noble, pero sobrio, que conserva, en parte, algunos rasgos típicos de la arquitectura nazarí. Lo que más llama la atención es su torre cuadrada, a la que se adosa un cuerpo rectangular construido de la misma manera. Actualmente no se puede visitar su interior. Enclavado en uno de los cerros más elevados del entorno, el castillo de Montemayor se conserva en parte. Todavía se pueden ver algunas de sus murallas y torreones. Construida en el siglo X, la fortaleza jugó un papel fundamental en la época de los reinos taifas. Posteriormente, también fue decisivo en los enfrentamientos entre los edrisitas (la dinastía que gobernaba Málaga) y los hammudíes (el linaje que mandaba en Algeciras).

Actualmente se puede subir al castillo de Montemayor a través de una ruta de senderismo (SPR-165) que parte desde el propio pueblo de Benahavís. Aunque no es un itinerario muy largo, tiene algunas pendientes acentuadas que invitan a hacer el recorrido en cualquier época del año salvo los días más calurosos del año. La recompensa, en todo caso, son unas excelentes vistas de la Costa del Sol, la Serranía de Ronda e incluso del Peñón de Gibraltar. En los días más claros del año se pueden ver perfectamente las montañas de la zona norte de Marruecos.

Pero, además de historia y gastronomía, la naturaleza es también protagonista en Benahavís, en rincones tan cercanos al pueblo como la antes mencionadas Angosturas. Este último enclave natural discurre por una bonita garganta kárstica que cada verano atrae a miles de visitantes. El río Guadalmina ha logrado abrirse paso por estrechos pasajes de paredes kársticas, formando así un rincón único en la Costa del Sol. Allí se mezclan el color turquesa del fondo del agua con las piedras grises, a veces enmohecidas, del entorno.

En este recorrido se van mezclando algunas pozas y canales donde el viajero se sumerge en un paisaje realmente exótico. Para hacer el descenso por el río Guadalmina hay varias empresas de turismo activo que ofrecen sus servicios por un módico precio. Hay que tener en cuenta que en muchos de los tramos de esta bajada por el río el agua supera los dos metros de profundidad.

En el inicio de este enclave se encuentra el Charco de las Mozas, una piscina natural que comparten cada verano vecinos y visitantes. Con más de cuatro metros de profundidad y diez metros de diámetro, esta poza de aguas cristalinas debe su nombre a una leyenda popular, según la cual allí desaparecieron una chica, que fue succionada por un remolino, y su novio, que, desesperado, se lanzó a buscarla. Aunque sus aguas son tranquilas, se recomienda extremar las precauciones en el entorno, ya que las rocas que lo rodean son algo resbaladizas.

La charca está situada a pocos metros de la carretera, donde hay algunas plazas para estacionar los vehículos.  Frente al Charco de las Mozas, a veces proporcionando una gran sombra, se encuentra el Tajo del Novio, un vertiginoso corte calizo producto de la erosión sobre la geología kárstica. Su nombre guarda relación estrecha con el Charco de las Mozas, ya que alude al ‘novio’ que se lanzó, según la leyenda, tras la chica que desapareció en sus aguas.

Con todos estos atractivos, a pocos visitantes les importa que, a pesar de estar enclavado en la comarca de la Costa del Sol, a tan sólo unos metros del Mediterráneo, este pueblo no cuente con playas.

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